Lucas Alcaraz afrontó un auténtico match-ball en el ultimo partido en casa frente al Villarreal, ya que en caso de derrota o mala imagen habría sido destituido, pero aunque el peligro no ha pasado del todo, lo cierto es que hay una pequeña tregua alrededor de la figura del técnico, que esta semana ha cumplido un año en el banquillo granota. A diferencia de lo ocurrido antes de la victoria contra el Villarreal, esta vez el granadino no tiene una espada de Damocles sobre la cabeza, por lo que salvo hecatombe mantendrá su cargo de cara al Derbi contra el Valencia en Mestalla con independencia de lo que ocurra contra la Real Sociedad este domingo. Sin embargo, eso no significa que su continuidad esté garantizada hasta final de temporada, ya que sigue sometido a un escrutinio constante.

Con sólo seis puntos en la tabla, la situación continúa siendo muy delicada para el Levante, que es cierto que en nueve jornadas se ha medido a cinco de los líderes de la actual Liga, aunque también lo es que uno de sus peores partidos lo jugó ante el Las Palmas, el primer equipo en cambiar de entrenador. Las sensaciones colectivas ante el Madrid, pese a perder 3-0, y la inercia competitiva del 1-0 al Villarreal son los grandes avales en este momento de Alcaraz, cuya relación con el club y un sector del vestuario sigue siendo peliaguda. Un triunfo contra la Real de David Moyes, otro técnico en el punto de mira, sin duda que le allanaría mucho el camino, pese a que en su rueda de prensa del viernes el granadino prefirió pasar de puntillas sobre su situación personal.