Desahuciado, sin rumbo y con una plantilla en descomposición. Así inició el Levante la temporada en agosto de 2008. Oliva fue el destino elegido para una exigua expedición liderada por Luis García Plaza, compuesta en su mayoría por canteranos e integrantes del filial. Los pocos jugadores profesionales restantes se mantenían a la espera de negociar sus traspasos o rescisiones con el fin de saltar de un barco que se hundía a marchas forzadas, bajo el mando caprichoso y demente de Pedro Villarroel.

Poco o nada invitaba al optimismo, más bien lo contrario. Una vez más, el viejo fantasma de la desaparición volvía a cruzarse en el camino del Levante. La sentencia parecía estar dictada de antemano, y tan sólo quedaba por dictaminar si la ejecución se produciría en los terrenos de juego, o en los despachos.

Contra todo pronóstico el (maldito) yunque de la adversidad forjó una coalición improbable que salvó al Levante, conformada por viejos rockeros, jóvenes canteranos, un míster carismático, y un equipo directivo encabezado por Quico Catalán con el reto de salvar al Levante de una herencia recibida envenenada. Todo ello con el respaldo unívoco, responsable y ejemplar de una masa social hasta entonces silenciada y menospreciada.

Esa pretemporada en Oliva supuso un punto de inflexión decisivo en el rumbo de la entidad, tanto a nivel social como deportivo, llegando a alcanzar tan solo unos años después el que posiblemente es el mayor logro del club: la participación en competición europea.

No obstante, el éxito, poco a poco, se transformó en autocomplacencia, y los signos de agotamiento que ya se intuían terminaron por explotar precisamente tras un Levante-Deportivo en 2013. Desde entonces, la conexión grada-equipo nunca ha vuelto a ser igual.

En el aspecto social también se han vivido cambios. Tras el paso veraniego de Mr. Sarver por Valencia, las grietas en la legitimidad de la Fundación Cent Anys -que algunos ya veníamos señalando- se hicieron evidentes. Ahora su papel como representante y garante del patrimonio de todos los levantinistas debe quedar reforzado, con una reforma que la haga más ágil, transparente, independiente y democrática.

La afición del Levante quiere volver a creer. Pese a la derrota en el derbi, la primera hora de buen juego en Mestalla y el discurso ambicioso e ilusionante de Rubi han devuelto parte de la autoestima perdida a la hinchada granota. El regreso a Oliva 7 años después parece un buen momento para actualizar el relato, reforzar el proyecto, y tejer una nueva alianza que permita alcanzar el reto de consolidar al club en Primera a largo plazo.