Hay en Orriols quien ya da por muerto al Levante después del 1-2 encajado ante el Granada. Y sin ser tan tremendistas, porque todavía queda más de media Liga BBVA y el mercado invernal por delante, la mayoría observa con preocupación la deriva del equipo: colista en la clasificación y con una sintomatología nada halagueña. Pasado el factor revulsivo que supuso su llegada, Rubi no acaba de dar con los resultados e incluso con el pretendido juego, en lo que al Ciutat se refiere.

Las dudas han calado en el vestuario, donde apelan a reacciones anteriores (como la del segundo tramo del pasado curso) para mantener la calma. Al menos, de cara al público. En privado, como reconocía el propio técnico, están «tocados» por haber encajado una nueva derrota en casa y por cómo se hizo frente a un rival directo. La puesta en escena del Levante ha involucionado delante de su nueva afición desde el relevo en el banquillo. El del sábado fue «el peor partido» en casa, con errores inadmisibles en la elite, así como una falta de ideas evidente en el juego.

Salvo en Gijón, donde todo fue de cara, el equipo carece de contundencia en ataque. El balón parado le ha salvado, con cinco de los seis tantos en la era Rubi dibujados directa o indirectamente en la pizarra. Por contra, ahora ha reaparecido la peor cara defensiva, para desmontar el entramado y dejarlo como el más goleado en solitario.

Los granotas adolecen por momentos de alternativas y hasta de carácter. Sobre todo, cuando los partidos se ponen cuesta arriba. No ha sido capaz de remontar ninguno, y en más de una oportunidad han echado por tierra todo el esfuerzo hecho para empatar un resultado adverso. Sucedió, sin ir más lejos, frente al Espanyol el lunes.

Los tímidos pitos del Ciutat son solo un primero aviso. El Levante ha dejado escapar varios duelos en casa ante rivales directos; si no logra sacar la cabeza y mejorar sus números como local a corto plazo frente a Málaga, Rayo y Las Palmas, difícilmente pueda hacerlo después, con las visitas de los grandes concentradas en la segunda vuelta.

Las sensaciones a domicilio y la llegada de refuerzos son el salvavidas al que agarrarse. En enero estará ya disponible el fichaje más caro de la historia, Cuero, y se busca un central. Con el cartucho del cambio de técnico ya agotado, es en el vestuario y en el mercado donde se deben encontrar los impulsos necesarios para evitar que los malos augurios se cumplan. Equipo, técnico y dirección deportiva se mueven en el alambre. De no enmerdarse los fallos previos, el Levante cerrará en falso la mejor etapa de la historia y se precipitarán los cambios de arriba a abajo.