He ido a muchos campos a animar al Barça, y estoy seguro de que en pocos nos hubieran tratado tan bien como lo hicieron en el Ciutat en un caso parecido». Quien lo dice es Francisco Felipe, socio y culé de pro de 40 años, que el domingo pasó del susto al agradecimiento en cuestión de minutos gracias a la rápida, «humana y personal» atención recibida por su octogenario progenitor en Orriols antes y durante el partido. Así lo ha querido poner de manifiesto, a través de una carta, y argumentar a SUPER.

«Sé que hay seguidores que se han quejado de que les quitaron una estelada o cosas similares, pero yo no puedo más que tener palabras buebas hacia la gente que estuvo con nosotros», afirma. «Somos de Albacete y, aunque habíamos estado otras veces en Mestalla, sin ir más lejos en diciembre, decidimos ir por primera vez al campo del Levante a ver a mi equipo junto a mi padre (Paco) y mi hijo (Pepe)», relata.

«Llegamos a las 10:30 y aparcamos en un centro comercial próximo al estadio. Durante el trayecto a pie hasta el Ciutat, mi padre sufrió un primer mareo y luego un desvanecimiento, que nos obligó a mi hijo y a mí a cogerlo para que no se cayera», prosigue. Fue en ese momento cuando recibió asistencia médica y, una vez recobrado, los tres accedieron a la grada visitante granota.

El mayor de los Felipe (ese es el apellido familiar) tiene una enfermedad coronaria crónica, que en 2011 le llevó a sufrir un infarto. Se le implantó entonces un DAI (desfibrilador automática implantable), aunque evidentemente requiere de unas precauciones que las asistencias sanitarias, Protección Civil y Policía Nacional presentes en esa zona del Ciutat extremaron para evitar males mayores. «Soy plenamente consciente de que las personas involucradas hacían su trabajo, pero el trato humano y personal que nos dispensaron van mucho más allá del mero desempeño profesional, y me parece justo que así se indique», afirma en su misiva.

Es ese agradecimiento público, como afirman desde el propio club, la que confiere un carácter excepcional a una actuación que se produce anónimamente en distintas ocasiones cada curso. Un gesto de reconocimiento que Francisco amplía, al explicar que «ya en las gradas le dejaron sentarse junto a la salida, en lugar de tener que subir a la fila 23, donde teníamos las entradas, y se interesaron varias veces por su estado. También nos ofrecieron salir nada más acabar el partido, aunque por protocolo inicialmente la afición visitante debía quedar retenida». Por suerte, no hizo falta.