Una acción resume el partido del Levante en el Nuevo Los Cármenes: en una mezcla de impotencia e irresponsabilidad, Simao arrolló en el centro del campo a Fran Rico y vio la segunda amarilla. Era el minuto 89 y no había ya nada que hacer en el partido, salgo aguantar estoicamente las consecuencias del despropósito y no perder efectivos para el domingo. El mozambiqueño, sin embargo, se autoexpulsó y despreció lo que representa la capitanía, que había vuelto a ejercer durante la segunda mitad, tras el cambio de Navarro y a pesar de su noche de fiesta postVillamarín y el consiguiente expediente sancionador.

También el delegado, Andrés Garcerá, se marchó antes de tiempo a vestuarios. En su caso, llevado por los demonios vista la goleada y la actuación del colegiado, Jaime Latre; cargada en todo momento de un tinte casero pero que no sirve ni de atenuante para el rídiculo. Solo en momentos puntuales, ya con 3-0, el equipo mostró cierto orgullo, aunque este apenas dio para marcar el 3-1 a falta de diez minutos para la conclusión. Dos antes de que los nazaríes encendieran la traca final, con un par de tantos más.

En el partido más importante de la temporada, el Levante fue incapaz siquiera de mostrar la actitud y el carácter necesario. Corrió siete kilómetros menos (112 por 105) e hizo la mitad de faltas que su adversario. Tampoco gozó de acierto, ni individual ni colectiva ni técnicamente. Salió rana la apuesta de Rubi por Orbán como lateral izquierdo, pues Success campó a sus anchas por esa banda, así como el regreso de Lerma al diestro en detrimento de Pedro. En una pérdida inocente del colombiano se gestaría el tercer tanto del Granada, al borde del descanso, que sentenciaba con 45 minutos de anticipo.

Obligados a remontar, como estaban, los granotas prescindieron entonces de un punta y no lo recuperaron ya en la contienda, a pesar de que Víctor estaba en el banquillo y de que Deyverson lo intentaba una y otra vez sin éxito. Se fueron Rossi, que había tenido la opción más clara del primer tiempo, y Navarro, para dar entrada a Cuero y Camarasa. Después sería el turno de Rubén, autor del mal llamado gol del honor. Andrés paró lo que no paró Mariño y solo hubo un improductivo empate en posesión.