Desolación, dolor, rabia, incredulidad, tristeza e impotencia. Ese es el sentir de una afición que había reseteado tras las afrentas en Vila-real y Eibar y que decidió pegarse una panzada de 14 horas de autocar para estar en la ‘batalla de Los Cármenes’. Un esfuerzo baldío. «El club pide disculpas a la afición por la derrota y agradece sinceramente el esfuerzo y el sacrificio de los aficionados que han venido», emitía el Levante en un tuit por la imagen ofrecida en el encuentro. Antes, Rubi había hecho lo mismo en la sala de prensa del estadio rojiblanco. El míster no encuentra explicación a que cada final fuera de casa acabe en fracaso. Con el triunfo del Getafe en Anoeta, los granotas son el peor visitante de la Liga.

Es evidente que con una victoria fuera de casa en toda la competición es complicado salvarse. Una decepción tremenda que para colmo tuvo el extra de las burlas y porrazos de la Policía de Granada. Antes del 5-1, el club anunció que se habían agotado todas las localidades para recibir a un Athletic sin Aduriz. Como dice el cántico ‘jamás, jamás, te dejará esta hinchada, que en las buenas y en las malas nunca deja de animar’. El equipo solamente se levanta cuando es llevado en volandas por el Ciutat. La realidad es que con un panorama tan desolador son pocos los motivos para que los que nunca fallan sigan tirando del carro. «Les pediría un último esfuerzo. Hemos hecho autocrítica y reconocido que estuvimos muy mal en la primera parte. Es lo único que podemos decir y no intentar vender películas de que si el árbitro o si lo hicimos mejor de lo que la gente dice. No estuvimos nada bien el día que había que estarlo. Cuando una persona se siente arropada rinde más que cuando se le cuestiona o critica», argumentó Rubi en rueda de prensa.

Contra el Granada, en un partido a vida o muerte, se aglutinaron todos los defectos de una temporada angustiosa. Permanentemente en descenso, el abismo de la Liga Adelante está cada vez más cerca y la derrota del jueves ha acelerado la cuenta atrás hacia la defunción. El peligro del fin de un ciclo que se construyó desde la nada y que se desmorona con el mayor desembolso económico. Fue la mayor goleada del ‘Graná’ en Primera desde el 5-0 al Elche del 3 de noviembre de 1974. Además los nazaríes no ganaban por 3-0 un partido de la máxima categoría al descanso desde 1972. De nuevo, el Levante fue el bálsamo perfecto para que su rival enderezara el rumbo como en su día sucedió con el Celta, el Eibar o el Deportivo, que acumulaban unas cuantas jornadas sin ganar, sobre todo los blanquiazules. La campaña a la desesperada por un Levante #SempreEnPrimera se evaporó en el Nuevo Los Cármenes después del subidón ante el Espanyol gracias a la afición y la encadenación de resultados positivos de los rivales directos. Rubi no ha logrado que el Levante sea un equipo de Primera de visitante. Las caras de la expedición eran de fracaso. «El error ha estado en nosotros, hemos salido atenazados, ellos con empuje nos han metido ahí atrás, y con el balón no nos atrevíamos», afirmó Verza en las entrañas de Granada.

Para lágrimas, las de Juanfran el día después a la vergüenza. Como las de esos 578 valientes que estuvieron en la grada visitante del coliseo nazarí. Los reproches y la arenga del presidente -la última por enchufarse a la permanencia- hicieron más profunda la herida. Las imágenes que captó SUPER mostraron a un capitán abatido, que no pudo ayudar al equipo en Granada por ciclo de amarillas. Su reacción desconsolada fue el reflejo de un levantinismo que se ve en Segunda, con pocos argumentos para aferrarse a la vida salvo el orgullo, el escudo y la cuenta pendiente con los que volvieron a València destrozados por la ‘manita’ encajada.

Luchar, ganar y esperar

Tumbar al Athletic es innegociable. Es la última bala. Quedan cuatro jornadas para que termine la Liga, doce puntos en disputa y la salvación está a cinco, que la marca el propio Granada y además con el average perdido estrepitosamente. Ya no es una cuestión de hacer números sino de firmar una machada para la historia para reventar la lógica. De despegar la etiqueta de descendido y luchar hasta que matemáticamente no haya vida. Tras los leones, habrá que ir a La Rosaleda de Málaga, recibir a un Atlético que se estará jugando la Liga y cerrar la competición en Vallecas ante un Rayo que ni mucho menos puede relajarse y que estuvo a punto de reventarle el título al Madrid.