Con la sombra del descenso acechando tras el cruel empate del pasado domingo contra el Athletic, ya que las opciones matemáticas que quedan no se corresponden al menos a nivel de sensaciones con las reales, el Consejo de administración del Levante está convocado este miércoles para una reunión en la que se prevé abordar varios de los temas cruciales sobre el futuro de un club a las puertas, excepto giro radical, de despedirse de la Primera División seis temporadas después. Con la Fundación ´Cent Anys´ prácticamente en funciones a la espera del OK a sus nuevos estatutos, y una directiva reelegida hasta 2019 sin visos de dar ningún paso al lado, todo apunta a un cónclave para volver a cerrar filas -eso pese a las heridas todavía abiertas desde Sarver- y sobre todo para fiscalizar el trabajo de Manolo Salvador, sin oferta de renovación y a punto de acabar contrato. Candidato número uno a cabeza de turco del posible descenso y con su futuro también en el aire en caso de salvarse, el actual es el momento definitivo para cuantificar cuántos son sus detractores y cuántos sus partidarios. Sin feeling con un buen número de directivos que preferirían otro perfil e innegablemente tocado por los resultados de las últimas dos temporadas, en especial las decisiones que han afectado al banquillo, el gran respaldo del de Faura ha sido siempre QuicoQuico. Su mano derecha, sin duda, durante el mejor periplo de la historia de un club capaz de limpiarse la deuda con la plusvalía de sus fichajes, sobre los que a raíz de la ley concursal renunció a cobrar el uno por ciento que sí se reservan otros directores deportivos, aunque apeado también de la élite el año del gran salto económico.

Pese a haber declarado en alguna ocasión que el futuro de ambos estaría ligado hasta el final, lo cierto es que el presidente no se ha prodigado últimamente en palabras al respecto. La última vez que lo hizo fue en febrero, en la presentación de Orbán. «Manolo es un hombre del Levante. No tiene contrato a partir de junio. Sabe como soy yo y cómo es el club, que estamos en un momento delicado; pase lo que pase, haré un balance a largo plazo. Cuando entré estaba cogido el club con pinzas y ahora llevamos seis años seguidos en Primera División y hemos entrado en Europa. Hoy no es ese momento, como no lo era hace dos meses», dijo, sin detalles.

Un año de mucho desgaste

De lo que no hay duda es de que a nivel interno la temporada ha sido de un gran desgaste tanto para Quico como para Manolo, al que según algunos consejeros le harían un flaco favor renovándolo por lo mucho que ha sufrido a nivel personal. Es más, según sostienen, estaría por ver también cuál sería su respuesta. Igualmente se le tiene mucho respeto a la reacción de la grada, aunque es cierto que hasta el momento el principal objeto de las iras han sido los jugadores y el entrenador.

A nivel económico e institucional, el club está preparado para seguir cumpliendo con sus compromisos gracias a los superávits de los últimos ejercicios, el fondo de garantía de la Liga para el descenso y la cláusula por la cual el sueldo de todos los futbolistas se reduce a la mitad. Socialmente, en cambio, está por ver cómo se asimila un mazazo que por desgracia se veía venir.

La imagen de Rubi quedó muy debilitada entre los consejeros a raíz del Betis

Aunque la fiesta nocturna obligó a modificar el orden del día, en la reunión del Consejo para abrir expediente a Deyverson, Simao Mate y Feddal también se analizó la situación deportiva y los daños colaterales de la derrota en el último suspiro en el Benito Villamarín. El once sin Morales y ´Dey´, adelantado por SUPER, fue la comidilla entre la expedición en las horas previas, pero hubo un margen a la esperanza. Al final, la apuesta salió defectuosa por la incapacidad para darle la estocada a un Betis que estaba siendo abroncado por su gente. En el cónclave hubo muchas voces discordantes alrededor de la figura del entrenador de Vilassar de Mar por su once y las sustituciones.

En el viaje de vuelta, el abrazo de Quico Catalán a Rubi simbolizó la confianza del presidente. Sin duda el que más intentó levantar el ánimo de la tropa. Tras aquel 1-0, victoria ante el Espanyol, vergüenza en Granada y el cruel 2-2 contra el Athletic. Incluso en la presentación de Lucas Orbán (2 de febrero), Quico abrió la puerta a la continuidad del técnico el próximo curo con independencia de la categoría en la que milite el Levante. Un capotazo que chocaba con la opinión de otros miembros del Consejo que eran más partidarios, al margen de lo que sucediera posteriormente y de que el descenso aún no es matemático, de dar un golpe de efecto en el banquillo con un tercer entrenador para creer en el milagro.