Quico Catalán llegó a telefonear a Roberto Martínez, entrenador del Everton, para tantear el regreso de Arouna Koné, el delantero que mejor sabor de boca ha dejado de todos los que han pasado por Orriols desde el verano del renacimiento en Oliva. Salía de una lesión y el presidente, empujado por Manolo Salvador cuando todavía era su mano derecha, intentó encontrar un resquicio por ahí. Sin embargo, fue en balde y la temporada la terminó haciendo goles en la Premier League, igual que había hecho en el Wigan, el Levante o antes en el PSV. Sólo en el Sevilla fracasó, hasta el punto de que el propio Monchi, su gran valedor, declaraba en The Guardian hace unos días que es su principal fracaso: pagó 12 kilos y le marcó 2 goles en la friolera de 41 partidos.

De todos los acieros granotas en la delantera, Koné marcó la cúspide. El marfileño, que parecía desahuciado para el fútbol profesional por sus problemas de rodilla, anotó 17 goles y echó el freno antes del 18 para no renovar. Pese a perderlo en los partidos clave cuando había posibilidades reales incluso de Champions, el Levante completaba así la jugada perfecta un año después de la de Caicedo. Y uno antes de la de Martins, quien acabaría pegando la espantada y abonando los tres millones de su cláusula, que en principio iba a ser más alta pero con la que a la postre hubo que tragar para que la operación no se cayera.

Desde Oba, la búsqueda del delantero ha sido como la de un zahorí con el agua. Sin el punto profesional de Koné ni su querencia al trabajo, Babá y Ghilas han sido los dos fracasos más rotundos, en especial el segundo, que se marcha sin un triste gol en competición oficial. Por el medio hubo de todo. Futbolistas que no cuajaron como Gekas, Aranda o Acquafresca, otros que ofrecieron un rendimiento notable pese a estar de vuelta como Kalu Uche o Ghezzal y algunos con aceptanñe rendimiento por encima de gustos como Casadesús y Barral.

No ha vuelto a haber otro Koné, pero el Levante ha ido tirando desde entonces sin un goleador claro. Una figura que tampoco ha tenido esta temporada pese a la apuesta por Deyverson, de capa a caída al final pese a su talento rematador y el amago de explotar hasta el expediente disciplinario. Tampoco con Rossi, fichaje de relumbrón que ha marcado goles importantes pero que aun así ha estado lejos de saciar.

Rafael Martins, revalorizado tras su cesión al Moreirense, se perfila ahora como una de las mejores bazas para el proyecto del ascenso, pendiente ahora de la conversación entre Tito y Rubi. Le queda sólo un año de contrato y tiene el inconveniente de su condición de extracomunitario, pero conserva intactas sus opciones tras un primer año de azulgrana casi en el ostracismo. Si finalmente ocupa una de las fichas de la plantilla, tendrá la misión de emular a Geijo y Guerra, los dos arietes de las campañas en Segunda. Un periodo en el que también fue clave Rubén Suárez, posiblemente el primero de los Konés en los que se basaron los mejores años de la historia del Levante.