­­El Levante presenta hoy la campaña de abonos más comprometida y a la vez importante de las últimas temporadas. Se trata, en esencia, de una terapia de choque contra el descenso. Con el listón por encima de los 18.000 socios tras la época más gloriosa, el objetivo ahora es amortiguar en la medida de lo posible el golpe deportivo y sobre todo que la afición se ilusione y enganche al proyecto del regreso a Primera División. Desde el club, donde hablan de una apuesta «atrevida y valiente», están convencidos de que la campaña «va a gustar».

La duda de si lo hace o no se resolverá a partir de las 12:00 en el Ciutat, donde Quico Catalán y parte del Consejo estarán en el acto. Iniciativas sociales como la del Club de los Niños han sido determinantes para mantener las cotas de crecimiento y, de hecho, los más pequeños van a seguir siendo un eje clave de la política granota, basada en la inversión no sólo a presente sino también a futuro. El principal reto de la campaña, eso sí, es mantener la fidelización tras el descenso, sobre todo en lo que a las altas nuevas de los últimos años se refiere. Tras haber fijado en Primera los pases para los accionistas en 80 euros los más baratos y 330 los más caros (130 y 380 para los que no), los precios no sólo van a volver a congelarse sino que bajarán en Segunda. Además, dentro de las medidas que se están llevando a cabo con el Granota Fan Club y la tecnología implantada en el Ciutat y las Tendas para detectar a los socios, la asistencia continuará teniendo premio. La obsesión de que los pases no se queden sin usar y que la grada ofrezca buen aspecto en todos los partidos no es nada nuevo.

Así como la temporada pasada la campaña de abonos se presentó sin ningún reclamo deportivo potente, ya que a aquellas alturas sólo se había confirmado el fichaje para más inri de GhilasGhilas, en la actual ocurre lo mismo. A nivel de plantilla las únicas incorporaciones confirmadas son las de los cedidos Roger y Jason, por los que el club ha ejecutado su opción de repesca. La cara más nueva es la del director deportivo, un Tito enfrascado ya en la reorganización de la secretaría técnica y la planificación deportiva de un proyecto al que falta ponerle cara y ojos, en especial los del que se convertirá en nuevo entrenador.