El fichaje de Jorge Molina por dos temporadas ya es oficial, pero no por el Levante como era de esperar. El Getafe, también recién descendido y aspirante al ascenso, anunció este viernes su incorporación, que el propio futbolista había comunicado a los de Orriols horas antes. El de Alcoi priorizaba la propuesta de los granotas, del mismo modo que estos apostaban por él como el ‘9’ de referencia; la falta de un acuerdo definitivo entre ambas partes y el paso de los días, sin embargo, le llevaron a elegir entre el resto de opciones que tenía encima de la mesa.

El jueves, el director deportivo pidió sin éxito una nueva prórroga al punta. Enfrascado como está en la operación salida, Tito quería que este aguantase un poco más antes de adoptar una decisión definitiva respecto a su futuro, a la espera de que el Levante pudiese aligerar su masa salarial y principalmente de delanteros. Los tiempos de azulgranas y azulones habían entrado en conflicto y Jorge estaba obligado a elegir, después de tres semanas de negociaciones con la entidad de Orriols: el Getafe amenazaba con retirarle la oferta, que también colmaba sus pretensiones, y el futbolista optó en ese momento por ir sobre seguro.

El ex del Betis anteponía su aterrizaje en Orriols principalmente por motivos personales. Con su mujer embarazada, además de un niño pequeño, abogaba por quedarse en València, cerca de su Alcoi natal, antes que por otras vías más rentables económicamente para él. Esa postura le llevó a declinar ofertas de China y posteriormente Emiratos Árabes, que triplicaban los números que ha acabado firmando en el Getafe. También a congelar el interés de otros clubes españoles. Detrás de él andaban Valladolid o Almería, en Segunda División; y Alavés y Sporting, en Primera. Estos últimos, a diferencia del resto, le ponían sobre la mesa solo un año de contrato.

La mayor velocidad de movimientos ha acabado por decantar la balanza en favor de los azulones, a pesar de que el Levante fue el primero en llamar a las puertas del alcoyano y su representante. La suya fue una de las gestiones más tempranas que hicieron a su llegada al cargo Tito y Carmelo del Pozo, con quienes se reunió personalmente Jorge para conocer de primera mano el proyecto. Él debía ser uno de los referentes en el campo, por sus goles; en el vestuario, por su ascendencia; y la imagen de la revalencianización pretendida por el director deportivo.

Goleador reputado en la división de plata, Jorge se había mostrado dispuesto a rebajar su caché, situado en torno a los 700 mil euros y superior al millón en caso de ascenso, para llegar a una entente con los granotas. Aún así, esas elevadas peticiones llevaron a los responsables del club a ir con pies de plomo: avanzaron en las negociaciones sin llegar a la fumata blanca. Tito temía que su salario pudiese poner en peligro en el futuro la armonía del vestuario, al duplicar el de la gran mayoría de sus compañeros, y que la oficialización de su fichaje depreciase a los delanteros que se encuentran en la rampa de salida: Rafael y Deyverson.