El clima que se respira en Orriols es de euforia, pero contenida. Nadie quiere lanzar las campanas al vuelo por si las moscas por más que la trayectoria hacia Primera División sea prácticamente inmaculada. Tras el empate contra el Cádiz, el segundo consecutivo en el Ciutat y el primer partido en el que se quedó sin marcar, el Levante le saca ocho puntos al segundo, el Sevilla Atlético, que para más inri se trata de un filial que no puede subir. La ventaja real sobre la promoción son la friolera de 10 puntos, distancia que no siendo definitiva sí se perfila determinante. Del ejemplo de aquel Valladolid que con Mendilibar ascendió muy antes de hora tampoco se quiere hablar, pero es uno de los más cercanos para el mejor líder de Europa.

A estas alturas el Levante no había superado nunca en Segunda la barrera de los 30 puntos, lo que hace de este arranque el mejor de su historia. En 14 jornadas los de Muñiz, un entrenador caracterizado por su estupenda reacción en las salidas, suma nueve victorias, una derrota y cuatro empates: 31. Números sin parangón. En la 2003-2004, con el recordado Preciado, sumaba 25. Era segundos, a cuatro puntos del Numancia, también con una sola derrota pero menos victorias. Cinco seguidas precisamente encadenó con Pepe Balaguer en el retorno a Segunda División en la 1999-2000 en el que hasta entonces era el mejor inicio junto al de Cantarero en la 02-03, un equipo aquel capaz de sumar 24 puntos con Mijatovic y Amato. Entonces era segundo por detrás del Real Zaragoza después de haber sido líder, aunque en la segunda vuelta se desfondó. Sería, pese a todo, el germen del éxito.

Pese a todo, lo cierto es que la dinámica de los dos últimos ascensos fue la contraria y se basó no en un extraordinario inicio sino en una buena segunda vuelta. Tanto con Luis García como con Mané, que ya había relevado a Oltra, se sumaban 21 puntos. El Levante de Luis, curiosamente, iba a la baja a finales de 2009 pero se hizo fuerte tras el mercado de enero con Rafa Jordà.