Para que el Levante no gane un partido tiene que pasar algo imprevisible. E injusto. Por ejemplo, que le expulsen a Roger, especialista en crear peligro y profano a la hora de no verlo. Ocurrió, encima, en una jugada absurda, junto a la banda y lejos del área. Una segunda amarilla por una disputa sin contacto. Cordero Vega, de gatillo fácil, había amagado varias veces con sacársela hasta que lo hizo. Al árbitro se le fue la mano con las tarjetas y al Levante dos puntos que tenía metidos en el bolsillo.

En un ambiente relajado, sin necesidad de apretar el acelerador, el partido transcurría plácido hasta la jugada del delito. Un desplazamiento que con victoria parcial por 0-1 y todo bajo control estaba a pedir de boca para ir sacando del taller a Iván y Montañés. Sin embargo, de golpe y porrazo, zasca. Roger a la calle, lo que precipitó el estreno de Juan Muñoz. Y estropicio al canto. Por un lado, salvo recurso, no estará contra el Elche, como ya le pasó por acumulación ante el Tenerife. Por el otro, el Sevilla Atlético, un rival que ya había dado faena en el Ciutat, volvió de repente a la vida. Empató el partido en un córner mal defendido y hasta llegó a rozar la victoria.

El Levante, pese a quedarse con sólo un punto, sigue tachando a velocidad de vértigo sus días de condena en Segunda. Una categoría en la que, por buen comportamiento, estaría para pedir la condicional o directamente el indulto. Con pie y medio fuera, este domingo le tocó penar contra el filial de uno de los equipos a los que debería estar midiéndose en Primera. Y hacerlo, además, contra sí mismo. Sin público, y con el Pizjuán desperdiciado, era necesario un auténtico esfuerzo para motivarse y no dejarse llevar. En el estadio se escuchaba absolutamente todo, como en un torneo de empresas. Hasta la expulsión, lo que más retumbó fue la celebración de Roger, otro que también va tachando palitos, en su caso por los goles que marca.

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En un ejercicio de abstracción, el Levante iba pasando el trago lo mejor que podía. Un latigazo del Pistolero fue suficiente para marcharse con ventaja al descanso. En un despliegue de actitud y calidad, el gol fue un triángulo perfecto en el que el balón fue de Campaña a Morales hasta llegar al vértice. Una combinación que empezó con un caño y terminó en la mira telescópica del mejor artillero de Segunda. El disparo, ajustado al palo, se lo zampó Caro. Era el primero a puerta, antes del cuarto de hora. Y el último hasta el descanso. Efectividad total.

Venido a menos desde que en la primera vuelta opositó a revelación de la temporada, el Sevilla Atlético se había visto hasta entonces impotente para meterle mano al todopoderoso líder. Apenas lo intentó y consiguió Ivi, tal vez el canterano con más futuro de este filial. Con una calidad exquisita, al estilo de su paisano Campaña, de un regate en una baldosa llegó su mejor oportunidad. Raúl, el portero al que no sabes por dónde metérsela, hizo honor a su presentación sacando una pierna.

Con o sin Roger, sin embargo, el Levante es ya un equipo de Primera. Pero de aquí en adelante se le van a acumular los trámites con el peligro de relajación que eso conlleva. Primero los de los partidos que le faltan para conseguir el ascenso matemático. Y después, los de relleno. Jornadas parecidas a lo que fue el choque contra el Sevilla desde que con el gol se quedó todo anestesiado. Demasiado. Sin fisuras, con igualdad numérica a los de Muñiz no había manera de meterles mano. Pero tampoco el Levante, que estuvo cerca con un zapatazo de Jason, se dejó la vida por ampliar la ventaja. Conservador en exceso, el líder lo pagó dejándose dos puntos. Aunque no será eso lo que echará en falta. Roger es mucho Roger.

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