No hay rival. El Levante, mejor líder de la historia a estas alturas, no sólo va a subir por la vía rápida. Lo va a hacer también con una diferencia insospechada respecto a sus perseguidores. Ni los más optimistas del lugar podían sospecharlo. Así que de aquí al final, salvo que al Girona se le pare de pronto el reloj, el principal rival del Levante va a ser él mismo. Porque, por mucho que se intente no sacar pecho, la carrera no es ya por el ascenso, sino por dejar una marca para la posteridad. Lo ratifiquen o no al final los puntos, esta temporada pasará a la historia por la hazaña del mejor equipo de Segunda nunca visto. Así que el runrún de Primera ya no lo silencia ni Muñiz, el padre de la criatura. Y menos todavía con partidos como el de Pucela, escenario de la victoria más abultada del curso. Una goleada de superioridad infinita ante uno de los que sobre el papel era un rival directo.

El Levante ha tenido hasta ahora un repertorio inagotable para ganar partidos: sufriendo, por la mínima, con la suerte del líder o a base de pegada de campeón. Pero ninguno le había salido tan redondo como el de Pucela, rozando la perfección y tirando de efectividad para apabullar a un rival que no le llegó ni para un diente. Con suficiencia, que no facilidad, el partido se encarriló pronto con un penalti de moviola y quedó sentenciada antes del descanso con una cantada de Pau Torres, que se tragó un centro de Postigo.

Con 0-2, la segunda parte fue ya para gustarse. El Valladolid no hizo acto de presencia y, sin necesidad de pisar el acelerador, el Levante le pasó por encima con un par de goles más. Primero una vaselina perfecta de Morales a pase de Verza, un jugador de los que saben para parar el tiempo cuando están sueltos. Y después, la puntilla, con un tiro de Jason marca de la casa: cruzado, potente y limpio a la red. Para quitarse el sombrero. Funciona el equipo, que no echó en falta ni a Campaña ni a Natxo Insa cuando se lesionó, y brillan sus mejores futbolistas, aunque en realidad son casi todos.

En una temporada de récord, sin embargo, el que ya ha batido el suyo es Roger. El Pistolero, demostrado está, dispara y luego pregunta. Ante su querido Valladolid lo hizo con silenciador, sin celebrarlo. Pero la ejecución fue a sangre fría, con un paso en falso antes de lanzar el penalti. Es lo que tiene estar así de fino. El mejor jugador de febrero lleva una evolución imparable a todos los niveles: deportiva, física y mental. Tres virtudes de las que tiró en el desmarque y el uno contra uno del 0-1 en el área. Un golpe directo a la mandíbula del Valladolid, que ya no se levantó.