En pleno terremoto final, aéreo y terrestre, el Levante respiró aliviado con el estruendo de la madera. Si al Almería, con el líder al borde del petardazo, no le entraba esa magnífica ocasión estaba claro que podía apagar e irse. Hay golpes contra los que es imposible levantarse y ese balón al poste en el minuto 88 fue definitivo para los andaluces. Lo percibió así todo el Ciutat, consciente de haber visto materializada, en todo su esplendor, la suerte del campeón.

Un pétalo más, si se prefiere, de la flor de Muñiz, que después de ocho triunfos seguidos en casa, haberla, hayla. El entrenador ha defendido desde el primer día que la fortuna no se tiene, sino que se trabaja, y de hecho fue así, a base de curro y con una innegable pizca de potra, como se amarró la victoria. Tras un solitario gol de penalti, al líder, plomizo de ideas, se le quedó la mecha excesivamente larga. Fiel a su estilo, le había sobrado con la calidad de sus delanteros para marcar. Pero después, sin la chispa ni la claridad de otros días para sentenciar a la contra, no le quedó otro remedio que mudarse de piel y sudar la gota gorda, atrincherado con tres centrales.

El Levante, ejemplo de cómo hacer las cosas para volver a Primera, superó con la ley del mínimo esfuerzo la prueba del Almería, ejemplo precisamente de lo contrario. El once andaluz, de nuevo una de las grandes decepciones de Segunda, se revolvió ante un líder que jugando al ralentí concedió una ristra de oportunidades. Después de las últimas exhibiciones, los de Muñiz bajaron el pistón y no se llevaron un susto de milagro. Pero para rascar algo del Ciutat hay que tener también la suerte de cara. Así que, tras el enésimo final de infarto, una victoria más y otros tres puntos más para ir cuadrando el algoritmo del ascenso. Hasta que ese día llegue, mientras tanto, el Levante a lo suyo.

Ante el Almería, pese a todos los apuros, el líder demostró que es de otra Liga. Que juega a otra cosa, que tampoco necesita florituras de otro mundo y, sobre todo, que gracias a su repertorio tiene mil y una maneras de sacar sus partidos adelante. Puede hacerlo goleando y puede también bastarle con un gol de penalti. Simplemente yendo a golpe de pedal, incluso en días de fútbol anodino, es inaccesible para cualquier rival de Segunda. Más aún si es uno que ocupa zona de descenso y encima con la mitad de puntos.

En la primera parte el Levante, sobre todo hasta el gol, fue sobrado, sin importarle que el Almería le tuteara. Pero en la segunda se le fue la mano y a última hora le tocó replegarse y apretar los dientes sacando a Chema y achicando los balones que aterrizaban de centros al área. El Almería, por su parte, había ido aguantando el tipo pese al penalti que le pitaron en contra, el segundo que hacía, ya que antes del agarrón de Nano a Trujillo le pasaron otro por alto. La bronca al exgranota, por cierto, sin miramientos.

Por debajo en el marcador, el equipo de Ramis tuvo un rato de bajoneo, pero mantuvo la cabeza fría y fue capaz de recuperarse, de menos a más. Quique González, antiguo objeto de deseo de Tito, fue de lo más potable en los andaluces. Una amenaza para Raúl Fernández, siempre con respuestas para su repertorio. El portero, otra vez imbatido, estuvo clarividente en un remate a bocajarro de Puertas y muy afortunado aliándose con el poste en su único renuncio de la mañana.

Vuelta de tuerca de Muñiz

Con Casadesús de nuevo de titular, Muñiz repitió con dos delanteros. Una conexión que sobre todo al principio volvió a funcionar. Gracias a esa notoriedad arriba llegó el penalti. Roger, infalible en el lanzamiento, volvió a encontrar desde los once metros un buen punto de apoyo para seguir sumando en su lucha con Joselu. Lleva 19, su mejor marca profesional. Uno más de los registros abismales que siguen coleccionando los granotas, un grupo sin rivales de su nivel que tras la victoria del Cádiz en Girona le saca 10 puntos al segundo. De los que no dejan nada de fortuna a los demás, por supuesto tampoco el liderato de LaLiga 1|2|3.