Con la inyección económica de los traspasos de Víctor Camarasa y Deyverson, el Levante se reafirma en que no tiene necesidad de ejecutar ni un traspaso más. Más de 12 millones de euros, a la espera de las variables y que hay un porcentaje de ambos en la recámara, por dos futbolistas a los que Muñiz no quería ver ni en pintura por Buñol y viceversa. Paralelamente a la llegada de esos refuerzos que cubran las necesidades, las salidas a la vista y esas mejoras a los futbolistas protagonistas con menor duración contractual (el último por el que se han sentado las bases para un futuro próximo es Postigo), el posicionamiento sobre los jugadores más cotizados es firme.

Uno de esos es Jefferson Lerma, por quien han sido un montón de clubes los que de nuevo han sondeado la situación del ´cafetero´, pero que se han espantado rápidamente al conocer que es el intocable de Quico Catalán, además de un futbolista clave en el engranaje de Muñiz. La lista de equipos es amplia y de distintos países: Besiktas y Bursaspor (Turquía), Olympiacos (Grecia), Brujas y Gent (Bélgica), Nantes, Rennes y Saint Ettiene (Francia) o el Basilea (Suiza), además de equipos de LaLiga Santander como Betis, Getafe o Celta.Objetivo: una venta futura sonada

Contactos sin fructificar ni con oferta formal, ya que, en todo momento, el Levante no contempla la salida de uno de sus talentos con más presente y futuro a sus 22 años. La confianza de la cúpula en Lerma es total. Vinculado hasta 2020 y con una cláusula de rescisión de 30 millones, el club tiene una fe ciega en su progresión. Llegó como tapado en agosto 2015, fue la revelación tras el descenso, y con equipos que sondearon su situación contractual, aunque desde un principio, Quico cerró el debate, ya que sigue creyendo en que el ´cafetero´ irá a más y llegará a ser uno de los traspasos más sonados de la historia de la entidad.

Una creencia que sintieron igual Tito y Carmelo del Pozo nada más llegar a la dirección deportiva. Y también Muñiz, que lo ubicó la temporada pasada en su hábitat natural, como pivote defensivo, la demarcación en la que brillaba en el Atlético Huilla y que también ocupó en los Juegos Olímpicos de Río.