Si todo lo que hacía y decía iba a misa hasta hace bien poco, ahora el índice de popularidad de Muñiz se halla en su punto más bajo. Después de año y medio en Orriols, el asturiano (sus decisiones) está siendo por primera vez cuestionado; fruto sobre todo de la mala racha de resultados, con la derrota ante el Girona como último episodio. Así es el fútbol. Caprichoso y volátil, como está comprobando en sus carnes hasta el gurú atlético, Simeone, cuya filosofía comparte el entrenador granota.

El Levante, sin duda, ha perdido parte de su esencia y de su colchón respecto a la zona de descenso tras media docena de jornadas sin ganar. Sin embargo, también es indudable que mantiene una buena renta respecto a los tres últimos (seis puntos) y que está de sobra a tiempo de revertir la negativa tendencia actual. La incorporación de Enes Ünal en ataque es otro motivo de optimismo.

Los tres puntos sobre 18 posibles firmados después del 3-0 a la Real escuecen, pero el problema real es de identidad. Es ahí donde radica la crisis. Los azulgranas han empezado a acumular lagunas tácticas y mentales. Mucho se ha hablado de la falta de gol de los delanteros, por ejemplo, y muy poco de los escasos balones en condiciones que les han llegado recientemente.

Pocos remates en general

El Levante es uno de los equipos de LaLiga Santander que menos remata en general, y en particular a puerta. Aún peor: casi la mitad de sus disparos se producen desde fuera del área, con la dificultad para marcar que eso supone. En el otro lado del campo, la realidad es que se conceden más bien pocas ocasiones al rival, aunque casi todas son claras por errores defensivos (muchos, individuales) y la pérdida de posiciones: a principio de temporada, la mayoría del equipo vivía en el campo contrario y ahora sucede al revés.

El conjunto granota necesita y busca refuerzos para enero, empezando por el lateral derecho. Hasta entonces, y quizá ahí este su gran pecado, más le valdría a Muñiz abrir la mano y exprimir al máximo los recursos existentes. Es más difícil acertar con las alineaciones y los cambios cuando se pasa de cabeza de ratón (en LaLiga 1|2|3) a cola de león (LaLiga Santander), pero la complicación es aún mayor cuando el radio de acción se limita. Cuando hay varios futbolistas que ni tan siquiera han tenido la oportunidad de fracasar (o triunfar). Es el caso de Cabaco y Lukic, quienes no desentonaron en Copa; y aún más si Langerak, quien ni tan siquiera ha podido debutar. Doukouré lleva una titularidad en LaLiga, y Boateng ni eso.

División entre titulares y suplentes

El Ciutat afeó el domingo el cambio de Bardhi a modo de reprimenda indirecta por la permanencia de Campaña en el campo. La recurrente apuesta del técnico por su guarda pretoriana, los supervivientes del ascenso, ha generado una rémora de competitividad interna y, en consecuencia, colectiva. Los titulares se sienten muy titulares; y los suplentes, muy suplentes. Un lastre que a la larga sería también físico; por ahora, el contratiempo se ha presentado más en forma de lesiones que de prestaciones.

En el vestuario se teme que cale en demasía el discurso conservador. Ese que defiende que al Levante le vale con quedar el cuarto por la cola. Aunque por presupuesto y limitaciones deba competir con otros ocho o nueve equipos por la salvación, no es el Levante de los equipos más cortos en potencial. Aparte de que cuenta con un técnico con las ideas claras, de eficacia probada y que arrastra el sobresaliente trabajo del curso pasado.

Ni una protesta, ni una patada

En los últimos partidos han sobrado posesión y goles encajados. Los granotas no están programados para manosear el balón, sino para contragolpear. Igual de dañiña es la falta de carácter y galones en el grupo y/o LaLiga Santander. Ante el Girona no hubo quien se echara el equipo a la espalda (como sí hizo Morales en Ipurua), quien pegara una mala patada o recriminase el tiempo que tardó Borja en salir del campo después de ser sustituido. No hay líderes para afrontar las adversidades y combatir el miedo a perder del colectivo.