El Levante UD ha vuelto este jueves a los entrenamientos después de tres días de descanso con una buena misa. La que Muñiz le ha dado a los jugadores sobre el césped de la Ciudad Deportiva de Buñol con la cámara de SUPER como testigo. Una charla de 45 minutos en una de las esquinas del campo del entrenamiento durante la que sólo se ha escuchado la voz del entrenador. Y es que, por si la derrota contra el Girona no lo hubiese dejado ya claro, la deriva del equipo ha activado el estado de alerta. Durante la alocución del míster, en su momento más bajo de popularidad, no se ha escuchado un alma.

Con motivo del parón por las selecciones, Muñiz ha cogido el toro por los cuernos para revertir los problemas que el Levante tiene en estos momentos, más de "sensaciones" que de "clasificación", según explicó él mismo. Es la primera crisis de la temporada. El equipo ha perdido parte de su esencia y de su colchón respecto a la zona de descenso tras media docena de jornadas sin ganar. Sin embargo, también es indudable que mantiene una buena renta respecto a los tres últimos (seis puntos) y que está de sobra a tiempo de revertir la negativa tendencia actual.

En el vestuario se teme que cale en demasía el discurso conservador que Lerma criticó antes de irse con su selección. Ese que defiende que al Levante le vale con quedar el cuarto por la cola. Aunque por presupuesto y limitaciones deba competir con otros ocho o nueve equipos por la salvación, no es el Levante de los equipos más cortos en potencial. Aparte de que cuenta con un técnico con las ideas claras, de eficacia probada y que arrastra el sobresaliente trabajo del curso pasado.