Un viaje desde la desilusión a la impotencia pasando por el éxtasis entre medias. El Levante naufragó de nuevo en el Ciutat, un templo inexpugnable en el inicio y un seguro de puntos para el rival en el último mes. Mucho tuvo que ver el regalo inicial de Postigo a un Athletic que antes del minuto se vio por delante en el marcador tras transformar un penalti. Con ese hándicap viajó el cuadro granota el resto de un partido en el que Muñiz sacó su cara más valiente y que tuvo el premio del empate a menos de 20 minutos para el final. A pesar de eso, y del sufrimiento para llegar el 1-1, un nuevo regalo en forma de pérdida acabó con la ilusión de puntuar y con el Athletic, sacando tres puntos en su versión más gris.

Cuatro minutos duró la tranquilidad. Alrededor de 240 segundos desde que el pitido inicial diera el pistoletazo de salida, hasta que Aduriz, de penalti, cambiara la cara de los presentes en el Ciutat de Valencia. Una jugada aislada, sin aparente peligro, eliminó el 0-0 en el marcador para hacer subir el 0-1. Como contra el Atlético, los deméritos propios provocaron que el Levante tuviera que ir a remolque. Como si el rojiblanco del rival mareara a una defensa granota que mucho ha cambiado desde aquellas primeras jornadas ligueras.

El regalo del Levante decantó la balanza inicial pero el Athletic no lo aprovechó en exceso. El 0-1 parecía escaso para un equipo que encontró demasiadas facilidades pero que con el paso de los minutos cedió metros ante los de Muñiz. Del acoso inicial se pasó a los tímidos arreones de un equipo que cambió su cara con la entrada de Boateng en el minuto 37. Desde ese momento hasta el descanso, el ghanés tuvo dos ocasiones claras -una de ellas provocó una mano salvadora de Kepa- y también generó una falta al borde del área para que Bardhi comenzará su ritual. El macedonio sin embargo, con el Ciutat a coro, envió el balón a la barrera y el descanso se asomó para calmar a un Levanet que iba a más. El descanso provocó en Muñiz la misma reacción y salió al ataque.

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El técnico ambió a Morales al lateral derecho para dejar a Ivi y Jason como extremos en busca de un centro para Enes Ünal y Boateng. Ese dibujo táctico dio alas a unos futbolistas que salieron a por el empate. Más por coraje que por fútbol eso sí, y liderados por El Comandante, Morales, quien desde el lateral se convirtió en el mejor arma del conjunto granota. De las botas del capitán llegó el desborde, el ímpetu y la verticalidad y con Jason encontró al socio perfecto para hacer daño a un Balenziaga que anduvo perdido.

Con eso el Levante consiguió acobardar a un Athletic que este año está para pocas fiestas y en una de esas llegó el empate. Un centro desde la derecha de Morales llegó a las botas de Ivi, quien encaró y con un centro chut con dirección a Enes Ünal, que interrumpió Laporte para anotar en propia puerta en lo que suponía un empate más que merecido para el Levante.

Del gol del turco se pasó sin embargo a la mejor ocasión del Athletic en la segunda parte. Un centro de Raúl García, tras una gran parada de Oier, llegó a las botas de Mikel Rico, que disparó a la madera. Fue en ese instante en el que el partido entró en una locura en la que el Levante encontró espacios y pudo hacer el segundo.

En ese duelo de golpes, el Athletic encontró un derechazo directo al mentón granota, que volvió a empeñarse en regalar un gol a un rival que solo había ganado un partido de los últimos once. Una pérdida en el centro del campo acabó con Chema y Bardhi por los suelos dispuestos a parar una contra que ya tenía el final escrito y que acabó con Postigo metiendo el balón en su propia portería. Con el 1-2 murió un duelo que el Levante nunca debió perder y que deja el descenso a cuatro puntos de distancia. La situación, lejos de ser crítica, sí envía un aviso a un equipo que el año pasado fue el reflejo de la solidez y que este año, con sus regalos, ha dejado escapar demasiados puntos.

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