Se mire por donde se mire, el Levante está ante un panorama que asusta. Gafado en el mercado, negado de cara a portería y abonado a la derrota tanto cuando juega bien, caso del partido contra el Celta, como este sábado que lo hizo mal. El Villarreal, que pese a la victoria en el Bernabéu no estaba para tirar cohetes como local, se reconcilió con su afición gracias a una victoria plácida que dejó encarrilada nada más volver del descanso. Para tumbar a los granotas le bastó con Castillejo, una auténtica pesadilla. Fueron suficientes dos goles, uno de penalti y otro a raíz de una contra liderada por Ünal. Pero podrían haber sido cinco si el larguero y los palos no lo hubiesen impedido.

De la versión que el Levante acostumbraba a gastarse a domicilio no hubo esta vez ni rastro. Una mala puesta en escena puso el partido cuesta arriba de buenas a primeras. Con un once de marcado carácter defensivo, Campaña y Bardhi se quedaron en el banquillo, todo un mensaje. En su lugar la apuesta fue por un trivote en el que Lerma, Doukouré y Lukic fueron intercambiando posiciones sin que ninguno encontrara el sitio bueno.

Muñiz, otra vez, cedió demasiadas yardas de entrada. Y el Villarreal, que planteó un asedio, se aprovechó. Enes Ünal generó más peligro en media parte que en cualquier partido completo jugado de granota. El turco casi rozó uno de los goles de su vida con un disparo bombeado que, de milagro, tocó dos veces el larguero. Sin embargo, no era Enes el que más pupa hacía.

El hombre del partido fue Castillejo. Con libertad de movimientos, su silueta espigada y su golpe de cintura hizo polvo a la defensa. El primer aviso llegó con un reverso que terminó en un disparo a la madera. Y al segundo fue penalti. Oier se lanzó directo a su pie izquierdo y Trigueros no perdonó desde los 9 metros. Para entonces era un hecho que el Levante no estaba donde debía.

Para no tirar el partido a la basura había que volver de manera urgente y Muñiz lo intentó recuperando parte de las yardas que había concedido. Fue así como reapareció esa versión del Levante que quiere pero no puede y que cuando puede no le alcanza. Coke y Doukouré lo intentaron de manera tibia, mientras que el trivote dio un paso adelante. Sin embargo, el primer disparo entre palos fue de un central, Postigo. Como hace una semana, el equipo llegaba, pero para morir en la orilla. Morales controló con la mano tras una prolongación de Boateng y a partir de ahí nadie supo tomar la decisión correcta en ninguna contra. Ni Jason ni el propio Comandante.

La inoperancia granota en el área tuvo como respuesta una lección de eficacia amarilla. Nada más volver del descanso, otra vez Castillejo lanzó a la madera. Escenario perfecto para que sin solución de continuidad llegara el segundo. Con la defensa en el centro del campo, Ünal metió la directa y Cheryshev remató la contra a la red entrando al segundo palo. Quedaban 40 minutos y todo estaba tan claro que hasta los de Calleja levantaron el pie del acelerador. Castillejo desapareció y sólo Ünal llamó a la puerta de Oier con una falta lejana.

De entonces al final tan sólo fue destacable la reaparición de Roger. Después de su grave lesión, para que vaya cogiendo ritmo, Muñiz ejecutó el plan previsto y le dio media hora. Tiempo suficiente para que quedase claro que de entrada su aportación va a ser más anímica que efectiva. Nada que no se supiera ni sobre lo que el propio entrenador no hubiese avisado. Aunque de manera intrascendente, el Pistolero lanzó el penalti con el que González González obsequió la potencia de salto de Boateng, tibiamente desequilibrado por Álvaro. Roger marcó y rompió a llorar de la emoción tras su calvario. Pero ya ni se sacó del centro del campo.