El drama para los equipos que están ahí abajo, viéndole las orejas al lobo del descenso, no es tanto saldar con derrotas los malos días como hacerlo también en los buenos. Al menos en los aceptables. O, cuanto menos, en los potables. Porque ante el Betis, con mucha mejor actitud y una disposición más entonada, el Levante estuvo potable hasta que en la segunda parte murió electrocutado a manos de un Betis que le dio donde más le duele. Primero a balón parado y después en una contra que Sergio León resolvió mano a mano tras un saque de portería en el que la pelota planeó 60 metros.

Dos goles que fueron un auténtico chafón, uno más, para un equipo que había asomado la cabeza en la primera parte pero que se vino abajo en la segunda, sin pulso para replicar a los dos goles béticos. Con la mala suerte, para más inri, de que de lo que pudo haber sido el 1-1 se pasó al 0-2 definitivo en un ambiente en que, tras el plante inicial dela grada de animación, quedaban las ganas justas para los pitidos a Camarasa. Ninguna sorpresa, por otra parte, a diferencia de la ovación a un Joaquín que se fue sin marcar, pero con el reconocimiento de la grada granota. Para él, sombrero. Para los granotas, pañuelos. Y eso que esta vez nada había que achacar a la actitud con la que se emplearon, sobre todo en la primera parte.

El Levante cambió cosas, pero no las suficientes para reencontrarse con una victoria. Ni siquiera para puntuar. Si algo había quedado claro durante la semana de pasión después de Anoeta es que hacía falta un giro de 180 grados. Y, con la soga al cuello, Muñiz puso los mimbres necesarios para darlo. Por primera vez en año y medio el míster se cambió al 4-4-2 de inicio y después de pasarle la la tijera a la convocatoria le hizo otro corte al once con Sadiku y Roger como pareja de ataque. El equipo apretó los dientes, mordió alto y fue con el cuchillo a todos los balones divididos. De nuevo, en cambio, le faltó efectividad para aprovechar sus oportunidades.

Aunque se terminaron desventando, los dos grandes protagonistas de la nueva apuesta tuvieron una notable influencia tanto en la presión adelantada que se había venido ensayando en Buñol como en la generación de buenas oportunidades. Para empezar, a raíz de un robo de Roger, Sadiku armó bien la pierna para que la jugada terminara en un Morales que llegó sin margen al rechace de Adán. Y para seguir fue Roger quien remató fuera por los pelos tras un avance de Morales por la derecha.

Y es que junto a los delanteros, el Comandante estuvo en las mejores acciones de ataque. En especial en la última antes del descanso, cuando tras una combinación con Coke el balón se estrelló en el estómago de Francis, auténtico parapeto para una volea de Jason con aroma a red. En ese momento el Betis parecía domesticado. En cuanto a la posesión y manejo del balón los granotas no le tosieron. Pero en cuanto a oportunidades, quitando el clásico despiste a balón parado nada más empezar, desaprovechado esta vez por Mandi, lo cierto es que Oier sólo tuvo trabajo en un disparo lejano de Fabián.

El Levante, más compacto, con las líneas juntas y una intensidad que era justo la que se le exigía para un partido con tanto en juego, asomaba la cabeza con peligro. Pero tras el paso por los vestuarios el panorama cambió. Tras haberse hartado de manosear el balón, fue paradójicamente a la contra como el Betis hizo la faena. En una entre Sergio León y Joaquín, en fuera de juego que no vio De Burgos, los de Setién lograron superar la presión y dejar patas arriba a los de Muñiz.

Antes de recuperar el pulso de esa acción llegó el gol. Otra vez a balón parado. Oier volvió a tirar de reflejos tras un córner peinado. Sin embargo, en posición forzada para despejar, Chema se terminó metiendo el balón en su portería. Un jarro de agua fría para un Levante que a los puntos había sido mejor hasta ese momento, pero al que el desgaste físico le pasaba factura y que de ahí al final bastante tuvo con aguantar el tipo y encajar una derrota que aunque sigue sin meterlo en el descenso lo tiene con el agua al cuello y el alma en vilo.