La historia hizo justicia hoy con la mejor selección española de todos los tiempos. No fue el epílogo soñado porque como estos tíos son tan sumamente buenos había ilusión generalizada por repetir finalísima olímpica en Río. Pero este agónico bronce de 2016 es un dignísimo final que nos debe saber igual de bien que si hubiera sido una plata y que sirve, además, de reconocimiento a un grupo que ya es leyenda del deporte español, europeo y mundial.

Y es que hace no mucho tiempo, los aficionados al baloncesto en España sentíamos admiración por Petrovic, Sabonis, Kukoc, Divac o compañía. Nos daba envidia que en otros países europeos tuvieran esos jugadores fuera de serie, capaces de jugar con un rol protagonista en la mítica y entonces casi inaccesible NBA. Hoy, sin embargo, todo el planeta FIBA es el que lleva 10 años admirando a una selección española plagada de jugadores que brillan en la mejor liga del mundo, que dominan en el Viejo Continente y que son respetados más que nadie por el mismísimo USA Team cada vez que se ven las caras cada 4 años.

En el día de la clausura de los JJOO, es hora, desde luego, de dar las gracias a la mejor generación que ha existido en la historia del baloncesto español. Nuestros veranos no habrían sido lo mismo la última década sin Pau Gasol, Juan Carlos Navarro, Felipe Reyes y compañía. Desde aquel Mundial de Japón de 2006 hasta hoy, estos niños del 80, acompañados según el momento por Garbajosa, Jiménez, Mumbrú y tantos otros, nos han hecho vibrar, disfrutar, reír e incluso soñar con ganar un oro olímpico que en Londres y, sobre todo, Pekín, se escaparon en un suspiro.

España entera apretó esta tarde de domingo buscando un bronce de ley que reconoce a este grupo al que le ha llegado la hora de separarse. No hubiera sido justo que Pau, "Juanki" o Felipe volvieran de Brasil sin haber subido al cajón. La medalla, independientemente del color, no sirve nada más que para agrandar sus leyendas forjadas en 10 años inolvidables.

Estamos ante el punto final a un ciclo difícilmente repetible. Tanto talento, tanta capacidad competitiva, tanta garra, tanto compromiso por vestir la camiseta roja y tanto compañerismo será complicado volver a reunir en un mismo grupo humano. Vienen jugadores por detrás muy buenos, es cierto, pero nada comparable con la mejor versión de Gasol o el mejor Navarro, dos jugadores que han cambiado la historia de este deporte y que me temo que serán irrepetibles por los siglos de los siglos. Disfrutemos el momento. Somos unos privilegiados.