Supongo que todavía me queda media vida para encontrar la melodía. Supongo que debe ser algo así como la felicidad eterna, una música ideal, pero mientras sigo sin saber si llegará el momento en que dé con ella y sin saber qué pasará cuando la vea de cara —ella toda reluciente—, me empeño en mantenerme en pie en un día como hoy, tan señalado en negro para todos los que sentimos el Valencia como algo tan nuestro y de tan adentro que hasta nos gusta convencernos y presumir de que el corazón nos late ´A-MUNT A-MUNT´ y no ´TOC-TOC´. Hoy me mantengo en pie a pesar de que esta puta resaca me pregunta qué es lo que sucedió ayer porque sigue sin querer creer. Hoy lo veo claro. Precisamente hoy que dudo de que alguna vez pueda disfrutar de la felicidad eterna —que debe ser algo así como ganar la Champions en el Bernabéu de los galácticos poligoneros—, lo veo más claro que nunca. Hoy que veo la felicidad en los rostros de los que nunca fueron mis amigos. Justamente hoy leo entre líneas y veo en las portadas de sus periódicos que a poco que ganen al Barça en la cueva de Ali Babá y los cuarenta ladrones estarán frente a la felicidad eterna que yo jamás obtendré por mi condición de aficionado a un equipo al que maltratan los árbitros porque sale barato y al que quieren menos de lo yo mismo pensaba —¿dónde se esconden ahora los que querían vender el Valencia en Madrid?—. Son felices y les da igual si el que se ha quedado fuera es el Valencia. Lo huelo, lo que más les gusta es la forma en que el Valencia se ha quedado fuera. Les mola. Mucho. Por eso, hasta que he visto vuestra felicidad me daba igual lo que pasara en el Bernabéu esta noche. Ya no. Fito es un grande y dice que admira la flores que crecen en la basura y en la basura de un día triste ha nacido una llama de esperanza en forma de flor. Es blanca y es negra. Es naranja. Y quiere crecer entre tanta mentira y tanta hipocresía. Y va a crecer entre tanto olor nauseabundo. Es una flor idealista pero peleona ante la adversidad y sobre todo ante el mal trato. Es un sueño que vuela hacia el sol como Ícaro, que con plumas y cera escapó de su prisión. Hoy más que nunca sé quiénes están de nuestro lado y quiénes no saben de lo que hablan. Hoy toca poner fin a las imposturas y a la dictadura del rodillo mediático madrileño y madridista. Hoy no me da la gana porque «ha dicho la televisión que se ha acabado el paro, las mafias y la corrupción. Que el sol ya no sigue enfermo, que algún día regresarás y que se avecina una guerra en mi sofá...». Y han dicho algunas televisiones que los valencianistas somos llorones, pero no quiero ni pensar qué pasará si en el último minuto de esta noche Puyol se sube a la chepa de Cristiano Ronaldo, le rompe la camisa, le impide rematar, el árbitro ni pita penaltis y el partido termina 0-1. Nos llaman llorones los mismos que inventaron la estupidez del ´Villarato´ y el ´canguelo´. Los mismos que te llaman antiespañolista si te alegras de que el Madrid haga el ridículo ante el Lyon pero que ahora dicen que si puede ser, la final de la Champions en el Bernabéu que no la gane el Barcelona. Nos llaman llorones los que tienen un presidente que dice que no vio el penalti y que ve normal que se rompan camisetas. Nos llaman llorones los mismos que le ríen las gracias al tal Cerezo, un torpe aspirante a Florentino, que se espatarra ante la llamada de cualquier embaucador con un micrófono en las narices. «Supe acomodar las orejas al ruido de los picaportes, meta que al final la desahucias y das el valor a tu nombre. Sigo viendo el sol donde los virtuosos de los empujones miran con pasión la verbena de los más baratos derroches». ¿Llorones? Quien llora el último, llora mejor...