Ningún deporte en el mundo, con permiso del fútbol, tiene la capacidad de generar tantas polémicas y desconcierto entre los aficionados como la Fórmula 1. Que si cambio de sistema de puntos, el KERS que va y viene, conductos en F que se permiten antes de prihibirlos, vacíos legales que aprovechan cada año los diseñadores, topes presupuestarios y el pulso creciente entre los equipos y Bernie Ecclestone por el reparto de beneficios ya no sorprenden a nadie, pero en esa extraña capacidad de superarse día a día, el llamado gran circo ha autogenerado un nuevo foco de conflicto, si cabe más surrealista que todos los anteriores juntos. Pilotos, ex pilotos, miembros de la FIA, la FOM y la FOTA andan revueltos y preocupados por si la Fórmula 1 dejará de ser los mismo en 2013 si, fruto del cambio en la normativa de motores, los monoplazas pierden su ruido habitual. Ecclestone, sin ir más lejos, ha sido el último en dar su opinión al respecto para señalar que «no me importa si son motores 1.6 o 1.8, me preocupa el sonido. Si perdemos el ruido de la Fórmula 1, estaremos perdiendo un factor muy importante y característico de la competición». Un gran avance parece ser un problema, pero no sería mejor poder ver una carrera sin los habituales tapones para los oídos? Con polémicas como esta toma cuerpo la teoría de que muchos quieren que hablen de uno aunque sea para mal.