El partido del Camp Nou no despejó ninguna incógnita. Se escribió el guión previsto y se asistió al desenlace lógico. Un examen de semejante envergadura suele aportar luz y aclarar interrogantes, pero nada de eso sucedió, seguimos igual que estábamos. La duda sobre las prestaciones reales de este Valencia sigue vigente. Quienes suspirábamos por un golpe de efecto que relanzara al club valencianista nos quedamos con las ganas y a la espera de una nueva oportunidad. No se cuestiona la actitud ni la entrega, el equipo de Emery luchó a brazo partido ante un rival poderoso, pero mostró carencias que siguen lastrando su capacidad de imponerse en esta clase de choques. Desde los inexplicables fallos defensivos, tan clamorosos como reincidentes en las grandes citas, con la pareja de centrales, Rami –Víctor Ruiz, provocando el caos, hasta la escasa capacidad creativa de una medular a la deriva, que acaban por retratar a los de Mestalla como un equipo cuyas limitaciones le imponen, al menos de momento, un techo insuperable.

Descompensado

Mientras la banda izquierda del Valencia carbura a las mil maravillas, la diestra no va cara al aire. Ni frente al Atlético de Madrid ni ante el Barça, hubo un mínimo de equilibrio que termina por descompensar al equipo. El trabajo de Feghouli fue tan voluntarioso como estéril, mientras que Miguel, que volvió a lucir el brazalete de capitán del Valencia, tal como ya sucediera en el mismo escenario en el duelo liguero del pasado ejercicio, evidenció unas carencias definitivas para quienes se plantean su continuidad en el club. Se echó en falta a Pablo Piatti, a priori su juego reúne todos los requisitos para buscarle las espaldas al equipo de Pep Guardiola y su tardía aparición no pasó de testimonial.

Detalles importantes

La baja inesperada a última hora de Roberto Soldado fue un obstáculo añadido que complicaba todavía más el partido, aunque Aduriz batalló lo indecible en solitario. El Valencia acabó con uno menos de manera justa, pero no parece probable que esa acción que dejó a los de Mestalla con diez se hubiera producido a la inversa. Los árbitros no aplican el reglamento de forma equitativa a todos los equipos.

La afición no falla

El Valencia preparó a conciencia la estrategia y la afición se entregó gustosa al sueño. La nostalgia nunca falla y el recuerdo glorioso de aquellas épicas batallas libradas con el Barcelona de finales de los noventa constituían un reclamo irresistible para todos. Dicho y hecho, más de mil valencianistas estuvieron en el coliseo culé, a ver si el espíritu del Piojo y el conjuro de Mendieta obraban el milagro. La ilusión de una final con el Athletic de Bilbao de reminiscencias clásicas deberá esperar. Curiosamente, ambos clubes no se han cruzado en la Copa del Rey desde la final del 67, ganada por el Valencia. Ya va para medio siglo. Villar debería hacer algo para el sorteo del próximo ejercicio.

Un gol memorable

Se ha ido Quique Moreno de este mundo de forma prematura e inesperada. Iba para figura a principios de los ochenta como digno sucesor de la saga de centrales ilustres que fabricó el Valencia en aquellos años con la célebre pareja, Arias- Tendillo. Los entrenadores estaban seguros de su potencial, pero las expectativas no se cumplieron. Moreno firmó uno de los mejores goles en aquella década cuando batió al ruso Dassaiev en un choque de la Copa de la UEFA ante el Spartak de Moscú tras una incursión majestuosa y un disparo prodigioso. Mestalla se llenó de pañuelos en su honor. Descanse en paz.