Esto es como si tienes un accidente de coche y luego estás dos o tres semanas que conduces con algo de miedo». Así se sintió algún futbolista ayer en el campo. El miedo escénico se apoderó de algunos jugadores. La vuelta al escenario del crimen produjo un estado de ´shock´ irreversible del que era posible escapar. Hubo miedo al error. Que no pasara nada era preferible a que pasara algo malo. Valverde no se atrevió a reconocerlo en rueda de prensa, pero sí dejo entrever que al equipo le faltó desparpajo. Las palabras «soltura» y «gracia» del Txingurri escondían detrás un problema psicológico de su grupo que necesita cortar de raiz. Y más con el partido del viernes en Mestalla a la vuelta de la esquina. Ernesto echó en falta mayor atrevimiento ante el agarrotamiento generalizado que provocaba la tensa ilusión que respiraba Mestalla minutos antes del partido. Ilusión tensa. No me digan que significa, pero es lo que se palpaba. Quedaban secuelas y a los futbolistas le pasó lo mismo que a la afición y hasta a los propios periodistas. ¿Por qué no? En solo dos semanas había resultado imposible procesar, asimilar, asumir y, sobre todo, superar lo vivido en la triste noche de la goleada de la Real y el cese de Pellegrino.

El vacío de Albelda

Si hay un futbolista con experiencia en todo este tipo de vaivenes emocionales ese es Albelda. Era un buen clavo psicológico al que aferrarse entre tanto pánico al error. David había devuelto al equipo el equilibrio que no tenía. Sin embargo, Valverde decidió prescindir de él. Dos fueron sus explicaciones. Tenía dudas en cuanto a su estado físico después de tres titularidades consecutivas y no era el jugador «táctico» que requería el partido. Su primer argumento es comprensible aunque si David está para jugar tres partidos seguidos con 35 años también está para cuatro. ¿No? Su segunda explicación crea cierta inseguridad. Si a las primeras de cambio, contra dos teóricos rivales asequibles como son Osasuna y Rayo, cambiamos nuestra forma de juego en función del rival „no estamos buscando esa identidad definida y estilo propio del que habló el técnico en su presentación. La afición le echó de menos y le aplaudió cuando el de la Pobla Llarga saltó a la banda a calentar. Merecía el reconocimiento público después de su última semana impecable. Lo malo es que también lo echó de menos algún otro. Que le pregunten a Éver o Tino y hasta a los centrales. Ni unos se sintieron protegidos ni otros liberados para construir.

El susto de siempre

Para colmo, Rami sufrió un golpe que le convierte en duda el viernes. Víctor solo llegará si fuerza, Cissokho entró con tanto miedo como los que ya estaban dentro y ahora mismo solo está disponible Ricardo. Valverde tiene un problema. Son los sustos a los que deberá acostumbrarse por aquella apuesta de solo tres centrales en la plantilla.