Malos tiempos para lírica. Tiempos repletos de impostores, de malas noticias, de corruptelas, de chorizos, de políticos de medio pelo y mucha pela en el bolsillo y de desasosiego para los que aun creemos que los humanos merecen la pena. Cada mañana las noticias te golpean sin piedad. Siempre negativas...nunca positivas. Pero llegó el domingo, el pasado domingo, anteayer. Fue un domingo sin fútbol pero yo no eché de menos el fútbol. Ni tan siquiera me acordé de ese aval con aires de Guadiana que aparece, desaparece y vuelve a aparecer de manera sorprendente. No. El pasado domingo fue otra cosa. El pasado domingo el Maratón de Valencia lo inundó todo. Y a mi me puso un nudo en la garganta. Se lo explico, se lo explico... que tiene su miga, al menos para mi.

Por partes

Vayamos por partes. Hablemos del Maratón. Pero no del Maratón en sí. No de la prueba. Sí de toda la filosofía que le acompaña...tan alejada del tiempo entre imposturas en el que vivimos. Hablemos de Divina Pastora y de la Fundación Trinidad Alfonso „los padres de la criatura„ y de cómo Valencia se estremeció orgullosa esa mañana de domingo en la que todo el mundo puso su granito de arena para abrazar una filosofía de vida. Sí, los corredores, miles, son los auténticos protagonistas. Pero hay más, mucho más. Existen los voluntarios, los medios de comunicación, los organizadores, los ciudadanos, los deportistas adaptados... y, por encima de todo, una manera de entender la vida sana, moderna, atractiva, sin corruptelas, noble, leal.

Está de moda

Ya saben, ser un ´runner´ es estar a la última. Todo el mundo corre. Es la droga de moda, una droga sin adicciones ni efectos secundarios, o sí, perdón, tiene efectos secundarios. Esta droga es buena para la salud€ y para la mente, que se enriquece a cada zancada. ¿Vencedores y vencidos? Quita, quita. En el Maratón „en cualquier carrera„ no existe eso. Simplemente, el hecho de ser corredor, ya es un valor añadido de unas dimensiones importantes. Aquí nadie pierde. Todos ganan...por haber elegido esa forma de vida.

Llega un whatssap

Ayer. Lunes. Pasadas las nueve de la mañana me llega un whatsapp cargado de melancolía y con aires de derrota. Lo leo dos o tres veces. Y yo también me pongo algo tristón...pero por unos motivos totalmente contrarios a la filosofía de ese whatsapp: «Tito, ayer me hundí con el barco. Salí a por todas y en el km 28 enterré el hacha. Era triunfar y hacer un buen tiempo o dejarlo. No quería sufrir. Otra vez será. ¿Hablamos luego?»

Hablamos, hablamos

Contesto el whatsapp correctamente pero sin escribir lo que siento. ¿Tristeza? Mira, amigo, a mi, cuando releo tu whatsapp, en el fondo de mi corazón lo que anida es una envidia tremenda. El sólo hecho de tomar la salida e incluso el de arrojar la toalla en el kilómetro 28 lo que me produce es eso, una envidia tremenda. El maratón, recuerden, o simplemente el hecho de correr, esconde en su interior una filosofía de vida estupenda que yo no puedo compartir. Yo no puedo correr. Ni hacer deporte. Desde hace más de dos años una enfermedad se ha cebado con mis piernas y apenas me permite caminar con propiedad. Por eso, amigo, por tener en la cabeza esa misma filosofía de vida de los runners pero sin poder ser un ´runner´ ya nunca jamás... te envidio. ¡Cuánto hubiera dado por el simple hecho de poder tomar la salida!