El Valencia tal como lo conocíamos desde hace años necesitaba una limpieza en general a la que no escapaba ni mucho menos el equipo. El mérito de Salvo, Rufete y Ayala no es hasta el momento ninguno de sus fichajes, porque todos ellos han de demostrar todavía que merecen esta camiseta, sino haber tenido la valentía de dar un vuelco a la plantilla y el acierto de quedarse en esencia con lo mejor de todo lo que había, con alguna que otra excepción. Y sobre todo haberlo hecho en las condiciones que se han dado estos meses, con toda la incertidumbre y la intoxicación que ha existido alrededor de la compra o no por parte de Peter Lim, sin olvidar del golpe que supuso para sus planes y su credibilidad el relevo en el banquillo de Pizzi por Nuno.

La sensación que desprende este grupo es que, efectivamente, el objetivo está más que cumplido. Se han extirpado todos los tumores y hay un equipo joven, con ilusión y energía tal como se establece en el nuevo orden que emana desde arriba, según el cual aquí solo hay futbolistas no ya preparados y con calidad, sino plenamente convencidos de que el Valencia CF es lo mejor que les podía pasar en sus vidas. Después de un verano de auténtica locura, el trabajo da para pensar que Rufete y Ayala pueden ser dos piezas importantes para el futuro del Valencia también a partir del momento en que se produzca la firma del empresario de Singapur. Lo de Salvo es distinto, quizá tengan hasta que convencerlo para que siga por mucho tiempo.