Caparrós sacó ayer al relaciones públicas que lleva dentro declarando su amor por el Levante y aireando que es socio, lo cual es cierto porque está confirmado que las gestiones que inició para ser abonado se han concretado. Sin embargo, habría sido preferible que el año que estuvo aquí hubiese tenido más detalles de esos en vez de tanto mirar la hora. Aunque el reencuentro llega con él quinto y los azulgranas colistas, que nadie se lleve a engaño porque la continuidad de quien prefirió irse no era solución. Tras haberle confesado a los suyos que debió esperarse más, sólo cuando se convenció de que no estaba suficientemente revalorizado fue cuando decidió negociar su renovación. Con esas coordenadas es comprensible que se marchara en cuanto se le presentó lo del Granada, donde tampoco mejora tanto.

Un antes y un después

No hay duda de que Caparrós ha marcado un antes y un después en Orriols y que pese a lo mucho que le debe a Keylor hay cosas que reconocerle. Básicamente tres: su parte alicuota en la salvación, la pausa que le dio al club en un periodo de desasosiego y el rescate de Juanfran. Sin embargo, también dejó heridas, entre ellas futbolistas devaluados, al margen de a un club en la estacada. Suyo ha sido el peor guantazo que se ha llevado un presidente con tan pocos tachones como Quico, que hasta que se dio cuenta con él pecó de exceso de confianza. Pese al comunicado con el que el club anunciaba que rompía la negociación siempre ha estado claro quién dio el primer paso para la espantada, pero el presidente sabe que esa renovación no se le podía escapar.

Contador a cero

Caparrós al margen, hoy empieza la verdadera Liga del Levante. Contador a cero para Mendi, que ha tenido que lidiar con el calendario y las lesiones sin haber dado con la tecla del equipo. Aunque así no te llegue contra el Barça, los primeros treinta minutos del domingo son el camino a seguir para jugar también los sesenta restantes. Entre eso y la sentada de ayer, cuyo fondo no es otro que el clásico y esperado mensaje de que hay que jugar más arropaditos, la reacción no tiene que hacerse esperar. Nadie desciende en la cuarta jornada, pero la mochila de un mal inicio puede volverse pesada si no se le pone remedio rápido.