Nadie esperaba la derrota pero sobre todo un partido tan malo. Si acaso Nuno. Un día antes lanzaba una especie de aviso al que, metidos de lleno en esta corriente positiva, no le prestamos la debida atención hasta que en Riazor subía al marcador el 2-0. Lo peor no es perder, ni siquiera esa sensación de ridículo legítima cuando caes frente al último clasificado y te quedas a cero delante del equipo más goleado de la Liga, sino haber visto por primera vez roto el equilibrio del que este equipo ha hecho gala siempre. Y un rival que con mucho menos pone más empeño que tú. Luego hay muchas circunstancias que se dan todas a la vez y tampoco ayudan. Antes de salir pierdes al portero, cometes los errores que otros días no, al contrario le dan un gol que todavía no sabemos si lo es y a continuación les regalas el segundo, la de Alcácer no entra y a Rodrigo lo arrollan en el área pero no hay penalti. Tampoco hubo reacción ni nada que se le parezca. Eligió mal día el señor Lim para enviar a sus hombres y mujeres, que de puro aburrimiento mientras los de Bankia firman ya o no firman se fueron a Coruña con el Valencia. Se llevarían un buen disgusto, como todos, pero a estas horas ya solo importa el próximo partido. El de Coruña no fue el Valencia que conocemos y, eso sí, como habíamos quedado no hubo excusas tras la primera derrota.