Halló por fin el Valencia la victoria que tanto necesitaba. Lo hizo a costa de un Rayo agradable a la vista, más y mejor trabajado tácticamente que su rival de ayer, y que seguramente todavía se está preguntando cómo pudo conceder una derrota, que a los anales pasará como contundente, cuando lo hizo casi todo para cuanto menos vender cara su piel. Pero el fútbol está lleno de imponderables, no siendo el menos casual de todos ellos que Barragán pusiera, nadie sabe muy bien por qué, un centro perfecto para que Feghouli sólo tuviera que empujar el balón a la red en un primer tanto valencianista que acabó teniendo un efecto demoledor en un partido que, hasta entonces, pintaba tan mal como casi todos los precedentes.

Piatti y De Paul

Vibró Mestalla hasta el tres a cero y para que nadie nos acuse de echar agua al vino de la euforia, que no siempre echa raíces en la realidad, bien podríamos empezar por destacar lo positivo de lo visto ante el Rayo. Haberlo lo hubo, aunque sin exagerar. Gustó, por ejemplo, De Paul. No es que hiciera el partido de su vida, pues alternó detalles que invitan al optimismo con ciertas lagunas que delatan falta de rodaje y precipitación. Pero se confirma que si su entrenador no le ha concedido más protagonismo hasta ahora es por puro capricho. Su dinamismo, sus ganas y esa manera de correr que tiene al contraataque supuran buen Valencia por los cuatro costados y quien no lo quiera ver, por las razones que sean, le hace un flaco favor al club. Aportó también Piatti, cuyo rendimiento retrató con absoluta crudeza a su entrenador, empeñado hasta ayer en hacer de Rodrigo un fijo a cualquier precio. No es Piatti futbolista para encuentros de altos vuelos, en los que su inferioridad física no le alcanza para destacar contra defensas de nivel, pero sí una pieza aprovechable ante equipos como el Rayo, a los que también hay que vencer. Con él volvió el gol a balón parado y no es casualidad. Nadie en la plantilla la pone como él, por no decir directamente que nadie en la plantilla la pone salvo él. Dos futbolistas, ambos argentinos, que salieron a ganarse el puesto y lo consiguieron. Que sirva de ejemplo.

Lo menos bueno

Preocupante fue, sin embargo, que el mejor jugador del partido fuera Kakuta. Verlo moverse a sus anchas por todo el campo fue un espectáculo y el mejor indicio de por dónde deben ir los tiros si alguien de verdad quiere mejorar la plantilla del Valencia en enero. Que esté cedido en el Rayo Vallecano mientras Zuculini come pipas en el banquillo de Nuno demuestra hasta qué punto lo absurdo impera en el mercado futbolístico. El francés fue la punta de lanza de los de Paco Jémez, que merodearon el área de Alves con mayor frecuencia de la que se le supone al Valencia en Mestalla. Alves, de nuevo muy impreciso, tuvo más de un susto. De la pareja Fuego-Gomes hubo pocas noticias, quedando más que evidenciado que de ahí no va a salir el fútbol que debe llevar al Valencia a Champions. De postre, tuvo Negredo ante sus paisanos el partido más espeso de cuantos ha disputado en esta nueva reencarnación. Se le vio cansado, lo que no fue óbice para que corriera y disputara los balones como el que más. Su implicación parece fuera de toda duda, si bien un cierto reposo no parece que vaya a venirle mal. Lo mismo que a Gayà. El chaval empezó la liga como un tiro, rompiendo en ataque como el mejor Carboni y defendiendo su parcela como un tigre. Ya no es lo mismo. Raro es el partido en el que no sufre algún despiste de consideración y su aportación atacante se ha tornado intrascendente. Que su entrenador no lo haya detectado parece poco probable, aunque con Nuno todo es posible. Que no tome medidas para recuperar a un excelente futbolista nos adentra de nuevo en el terreno de la inquietud.

El respeto

Un último párrafo para hablar de fútbol y energúmenos. Mestalla suele ser un estadio ejemplar -la Curva Nord, por ejemplo, es modelo de éxito en casi todos los sentidos- pero que no escapa a la barbarie. Hace un par de años denuncié aquí, por ejemplo, a unos trogloditas que se pasaron todo un partido ante el Real Madrid increpando a Iker Casillas, nuestro Gran Capitán y uno de los futbolistas que más ha hecho por España y por hacernos sentirnos orgullosos de ser de donde somos. No hay nada más desagradable en un estadio al que uno va a ver un espectáculo deportivo que tener que aguantar a indeseables que intentan, en vano, aparcar su manifiesta infelicidad insultando a los rivales o al árbitro de turno. Se retratan a sí mismos como lo que son, unos perfectos mentecatos sin educación ni respeto. Hace bien el Valencia en alinearse con la civilización y harán bien los trogloditas disfrazados de forofos en mirarse al espejo antes de volver a insultar a Casillas, o a quien sea, para ver si en algún lugar de la escala evolutiva su caso perdió un eslabón.