Creer, dice el diccionario de la RAE, es «tener por cierto algo que el entendimiento no alcanza o que no está comprobado o demostrado». Y hay que ser muy creyente para esperar nada de McLaren-Honda esta temporada. El equipo llevó al exigente trazado de Gilles Villeneuve en Canadá mejoras que supuestamente incrementarían su fiabilidad, pero el resultado ya lo saben: los dos coches abandonaron.

Lo grave es que esa falta de potencia, fiabilidad y resultados empieza a aderezarse con problemas añadidos. Alonso desobedeció las órdenes del equipo, que le pedía ahorrar combustible. Además, el calor del momento le hizo decir que «parecían aficionados». La prensa inglesa aprovechó para añadir más leña al fuego recordando que el español había dado hasta ahora una imagen de calma y paciencia, dejando entender que ya no la da y afirmando que los 40 millones de dólares que cobra no son para luchar por la decimosexta plaza.

¿Qué le pasa a Alonso?

Es la eterna pregunta que me hacen unos y otros. Tal vez la respuesta sea que él también es un creyente y que, además, sabe que en Fórmula 1 nunca se recogen resultados de forma rápida. Hay casos que parecen historias de éxito instantáneo, pero fueron el legado de un largo trabajo. En 2009 el sorprendente triunfo de BranwGP no fue otra cosa que la herencia de un chasis que Honda regaló a Ross Brawn por una libra, tras perder la paciencia después de años de fracasos. Y en 1988 las 15 victorias de McLaren-Honda en 16 carreras fueron gracias, entre otras cosas, a los seis años previos de desarrollo del motorista japonés con los chasis de Spirit, Lotus y Williams.

Está demostrado y comprobado -retomando los términos de la RAE- que Honda no acaba de arrancar en esta nueva aventura. Y se hace difícil entender que lo vaya a hacer: el déficit de 75 caballos de potencia que les separa de los de cabeza parece una distancia imposible de acortar. Así que a la afición seguidora de Fernando Alonso solo le queda una cosa: creer. Y al piloto asturiano, seguir templando los nervios.