Le pedían que hablara y lo ha hecho. Se expresa bastante mejor en el campo, pero desfibrilando su acento de la Pampa la conclusión es que quiere más dinero. Eso mismo lo pide Feghouli y las risas nos duran hasta el invierno. En boca de Otamendi, la cosa es seria. El Valencia tiene a quien mejor le comprende: Fabián Ayala. Que lo manden a charlar con su sucesor, se aplique el viejo modelo y le paguen lo que merece. Un proyecto ganador no puede prescindir del General.

Fútbol Femenino

Los habituales comerciantes de humo, esos con los que departe entre fado y platito de bacalhau à Brás el entrenador del Valencia, nos quisieron vender a las chicas de la Roja como unos auténticos fenómenos. Ahora, con la expedición de vuelta a casa a la primera de cambio, resulta que todo se hizo mal y los mismos que convirtieron a Vero y compañía en la reencarnación de la Roja de Luis no dejan títere con cabeza. Un seleccionador que llegó al cargo cuando el Velociraptor aún campaba por la plana de Castellón, una política de amistosos parecida a la de la selección de Gibraltar y no sé cuántas cosas más han conducido al desastre. Un empate en tres partidos. Pero paciencia, a los chicos les costó cien años ser alguien. Ellas acaban de empezar. Como diría Mustafi, I am Spanish, don´t panic.

La FIFA

El único consuelo derivado del escándalo es que ya se han presentado las pruebas de que Al Ghandour nos levantó los cuartos en Corea. Un desfalco arbitral que, curiosamente, aquí provocó una polvareda mínima, ocupados como estábamos en ponernos a parir los unos a los otros en detrimento de España. Los italianos, a los que guindaron en octavos en favor también de los coreanos, jamás lo olvidaron y en cuanto vieron a Blatter por vez primera en la lona volvieron con su monserga y se pusieron a la orden del FBI. Cuentan que los alemanes, rivales de los asiáticos en semifinales de aquel Mundial de 2002, advirtieron a la FIFA un par de días antes del partido que la fiesta había terminado o sacaban los panzer a la calle. Blatter se pasó una semana metido en el cuarto de baño. Los maletines, eso sí, estaban preparados. Lo mismo que las camisetas Nike de los chicos Park con una estrella, la de campeones del mundo, sobre el escudo nacional. Un negocio casi comparable al de llevar el Mundial de 2022 a un país más pequeño que la provincia de Albacete, con la misma población que la provincia de Sevilla y que registra allá por el mes de junio temperaturas cercanas a los cincuenta grados a la sombra. Han sido los americanos los que han destapado lo que nadie en Europa se atrevió a denunciar.

Lo de Nuno

El buen hombre quiere mandar. Lo dijo Springsteen en una canción mítica, de esas que no conocen los neoaficionados de aluvión: Everybody wants to be the man at the top. Nuno olvida, sin embargo, que en la vida hay que respetar los tiempos y las jerarquías. Y él cuando llegó a Valencia no era más que un nombre. Puede liquidar a Salvo y salir victorioso en la escaramuza, pero el Valencia es una empresa peculiar en la que el propietario sólo manda mientras las cosas vayan bien. Si se tuercen, la grada mirará al banquillo, a Lay Hoon -que es como no mirar a nadie- y otra vez al banquillo. Y Lim, que no es tonto, les dará lo que le pidan. Si se enfrenta con el equipo de Salvo, pondrá en evidencia lo que algunos le sospechamos desde hace tiempo: no se entera.

Arturo Vidal

Del affaire de este futbolista chileno que en medio del campeonato continental americano -por llamarle algo- se va de jarana con su señora, se toma unas cuantas copas, se da tremenda castaña con su Ferrari y acaba agrediendo a un policía recordándole aquello de «no sabe usted con quién está hablando», hay varias cosas que comentar. La primera es lo mal que está Ferrari. En sus buenos tiempos, un tipo con el peinado del tal Vidal habría tenido incluso vetada la entrada a cualquier tienda del Cavallino Rampante. El venenoso dinero que lo estropea todo. La segunda es la reacción de su entrenador, que corrió a consolar al chaval, jaleando su actitud y reintegrándolo de inmediato a la disciplina de grupo y al papel de héroe. Tan sorprendente como habitual en este tinglado. Por estos pagos aún se recuerdan los desmayos de Miguel Brito en la camilla de masajes de Paterna, tras mil y una noches de darlo todo en la pista, en la barra y en el estanco. Por no hablar de los ojitos de alegría química de Banega cada vez que Emery celebraba su cumpleaños con la plantilla. Las carreras de los doctores para sacar de allí al argentino dejaban al bueno de Miguel agotado de sólo contemplarlas. Perdonemos, pues, a Arturito, que quiénes somos nosotros para juzgar.