Han sido dos noticias recientes las que me han puesto ante el ordenador para hablar de las mujeres en el deporte. La primera, la carta que las componentes de la selección española de fútbol le han enviado al mundo solicitando, eso sí con clase y palabras finas, que el entrenador Quereda haga sus maletas y se vaya a dar sus clases y charlas a otra parte. Lo cierto es que las chicas son guerreras, como cantaban los Coz, un grupo de rock de los 70.

Y lo son porque, dentro del estilo de su misiva se esboza una idea clara del por qué se ha fracasado en el primer Mundial al que acudía la selección femenina. Se habla de que «la preparación no ha sido la correcta; los amistosos, inexistentes; la aclimatación, escasa; el análisis de los rivales y la preparación de los partidos insuficientes...».Algunas de estas quejas son directas al corazón del técnico, como el análisis y la forma de preparar los partidos. Pero los amistosos y la aclimatación son obviamente una labor de la Federación, que no ha tenido en cuenta que era un Mundial, como si fuera el de los chicos.

Pensemos que el fútbol femenino es ya una realidad en muchos países, con fichajes internacionales y algunas de las españolas haciendo ver su calidad en el extranjero. Da la impresión de que la RFEF no se ha tomado muy en serio esta primera participación, como si el premio ya fuera el haberla logrado. Pero las chicas no han pensado igual y tenían reales ganas de obtener un puesto importante. Así lo demuestran los resultados, un empate y dos derrotas por un solo gol.

En la carta se encuentra una sensación de pena, de haber dejado escapar una oportunidad histórica, como al decir « esta generación tiene talento y compromiso para haber llegado mucho más lejos». Lo que me llama también la atención es que dicen las cosas claras y en voz (u ordenador) alta, sin hacer confidencias a la prensa ni hablando a espaldas de nadie. Eso es de agradecer cuando, en el otro sexo, vemos demasiado doble sentido y poca claridad para decir lo que se piensa. Hablamos aquí de echar a un entrenador que lleva en el puesto años de penitencia hasta lograr, él también, llegar al Mundial. Pero la falta de preparación a la que aluden les ha dolido mucho, a ellas que no tienen sino una mísera dieta respecto a los hombres y a las que se le ve una tensión, una alegría y una furia, sí furia, que a veces se echa de menos en otros.

Vi el partido contra Brasil, lo que era ya de por sí un listón emocional , por lo que significa el equipo de la samba, no tanto como su homónimo masculino, pero con un peso histórico y con Marta, mejor jugadora mundial muchos años. Pues bien, no se arredraron las españolas, buscaron el gol una y otra vez, con poca fortuna, eso sí, pero con una energía encomiable. Me gustó su fútbol y, a veces, su candidez. Pero este fútbol es el futuro o un futuro, porque engancha cada vez más a las niñas, hace ir a las madres al estadio y los llena en Alemania o Inglaterra.

La otra noticia no es tan energética y sí entristecedora. Cuando era muy joven, veía por televisión los Juegos Olímpicos, donde la famosa camiseta azul oscura de la DDR, la República Democrática Alemana -los del Este-, siempre o casi siempre ganaba en atletismo, natación, remo u otros deportes. Eran fascinantes; ver nadar, correr o lanzar a sus féminas, fuertes y rudas, hacía pensar que ese país había sufrido mucho para sacar a tantas campeonas. Y es que eso no pasaba tanto con los hombres, superados por rusos y americanos e incluso por sus compatriotas del oeste.

Leí de nuevo, por su visita reciente a España, la historia de la lanzadora de peso Heidi Krieger: dopada por el Estado para conseguir propaganda a través del deporte. No fue su dopaje algo que le produjera solo victorias sino un cambio hormonal tal que hoy se llama Andreas. Cambió de nombre y de sexo, está hoy casado como hombre, aunque la medicación a ultranza que sufrió aún tiene sus secuelas físicas y, también, mentales. El uso, por un lado de unas niñas para conseguir un ideal comunista y el grito de socorro de la selección fémenina por otro, son dos caras del deporte femenino pero en ambos casos necesitan ayuda y no hormonas o paternalismo.