No sé si será este calor sofocante con el que el cambio climático nos castiga, o si será la tensión asfixiante que desprenden quienes sólo aceptan opiniones amigas, pero me estaba costando encontrar motivos para escribir hasta que él, Pablo César Aimar Girondo, invadió la pantalla de mi móvil. El Payasito irrumpe como refrescante agua de mayo en un plomizo mes de julio en el que Peter Lim ha emprendido el vuelo en solitario -Nuno y Mendes, de copilotos- a los mandos del Valencia. Una pasión, la del propietario, tan comprensible como el cariño que Aimar está recibiendo por parte del valencianismo después de anunciar que cuelga los ´botines´.

Un caño, un pase, una gambeta

Una camiseta con su nombre

Puchades, Mundo, Baraja, Claramunt, Kempes, Cañizares, Guillot, Mendieta, Arias... La lista de los mejores jugadores de la historia del Valencia es algo así como un club selecto, fruto de la más estricta meritocracia. Un grupo de élite al que cada aficionado podría añadir alguna leyenda más -por ejemplo, Waldo, Eizaguirre, Albelda, Mestre, Piojo o Fernando-, o cambiar a su antojo el orden de los ingredientes. Aún así, creo que pocos incluirían a Pablo Aimar en este cóctel veraniego al que llamaríamos ´mi Olimpo blanquinegro´. Y, sin embargo, donde sí se hizo un hueco el cordobés de Río Cuarto es en los corazones. Una gambeta suya, una pisada al balón y una asistencia elegante un segundo después, cuando ya había paralizado por encantamiento a los rivales, valían el partido entero, bastaban para ver su nombre y el número 21 en las jóvenes espaldas de los aficionados.

Fichaje mayúsculo

Una demostración de poder

El ´Cai´ fue el fichaje mayúsculo para una generación a la que los equipos de Ranieri y Benítez nos hicieron llorar, por primera vez, de alegría. Él fue un ídolo, toda una demostración de poder en la cara del Madrid y del Barça, unas pinceladas de arte en las máquinas precisas de Cúper y Benítez. Todavía hoy aquella camiseta Toyota de Aimar campea orgullosa por Valencia. Con 35 años ha intentado volver a actuar en su querido River, pero el físico le obliga a dejarlo. Lo deja, lo hace en casa y con la misma sencillez y levedad con la que siempre acarició el balón. Don Pablito se va para dejar paso a «los muchachos», a esos a los que siempre encandiló como nadie, entre ellos, al mismo Leo Messi.

Definamos el fútbol

Gol de Aimar al Liverpool

Entre todos los recuerdos que nos deja este argentino menudo, me quedo con uno, un gol que resume el sentido del fútbol y el suyo propio. Valencia-Liverpool. Septiembre de 2002. Mestalla. Origen, banda derecha. Rufete pasa a Curro Torres. El lateral busca a Albelda, el ´6´ toca de primeras, Pablito lanza la pared, aparece Baraja, que se cruza en el camino para devolvérsela y dejarlo solo ante el portero. El argentino define raso y cruzado. Mestalla alucina y él también, se echa las manos a la cabeza. «Vamos, Pablito Aimar, que la gloria volverá...Como Kempes y el Piojo, otro pibe inmortal». Aquello fue el mejor Valencia que jamás he visto. Un ´superteam´, dijeron aquellos ingleses. Muchas gracias, Pablo, por la parte que te toca.