Más que bien parado salió el Valencia del primer envite frente al Mónaco. Dos goles de ventaja son un botín que ni el más optimista, y en Mestalla de esos hay muchos, podía haber imaginado cuando Martial, el único delantero Champions que hubo ayer sobre el campo, igualaba el encuentro a los cinco minutos de la reanudación. Antes y después de ello hubo idas y venidas, más fallos que aciertos y sobre todo un fútbol muy parejo en dos equipos que parecen calcados, como si los hubiera confeccionado la misma mente pensante „y cobrante„. No decepcionó, en todo caso, el conjunto local, que se empleó a fondo y sacó el máximo partido a lo que tiene. Pero no fue mejor que su rival. Tuvo más fortuna y sobre todo el apoyo incondicional de un graderío que no marca goles pero casi.

El gol y Ryan

Salió el Valencia como mandan los cánones. Los franceses venían más rodados pero se dejaron robar la cartera a los tres minutos. Un excelente centro de De Paul evidenció los problemas de los centrales visitantes, que dejaron la barrera levantada en la autopista de principio a fin. Marcó Rodrigo, en lo que muchos esperaban fuera el prólogo de su resurrección. No lo fue. El temprano rédito sirvió para templar nervios y agazaparse atrás. El Mónaco movía el balón, tiene futbolistas para la filigrana, pero moría casi siempre en la línea de tres cuartos. Controló el Valencia el partido hasta la media hora, sin muchos alardes, pero merodeando el área monegasca con cierto peligro. La ocasión más clara, un centro de Gayá que Alcácer, en boca de gol, no pudo embolsar por centímetros. Llegó a rozarla. Se hizo algún amago de presión alta que puso en problemas a Carvalho y compañía, que evidenciaron graves carencias en la salida del balón y en el control de las segundas jugadas. Un error de Parejo cambió el panorama. Cedió la pelota a un rival allí donde hay que asegurar el pase y tres toques más tarde Bernardo Silva encaraba lanzado a Ryan. El australiano sacó una mano prodigiosa a un derechazo que parecía inapelable. Tiene la pinta de que hay portero. A partir de ahí, el Mónaco se hizo con el control y el Valencia se marchó del partido. El sucesor de Alves fue lo más destacado entre los locales.

Caminos inescrutables

Tardaron tres minutos tras el descanso en equilibrar la balanza. Lo hicieron tras una jugada excelsa del citado Martial. A un nueve, llegados a este punto, no se le puede exigir que anote en cada partido. Pero sí que genere algún tipo de peligro, que diga aquí estoy yo, que haga algo. Martial lo hizo y su equipo empató. Enfrente, la casi nada habitual de lo que llevamos de 2015. Nunca entró en juego Parejo, al que se vio todavía lento, lejos de su mejor punto de forma. Suplió la falta de claridad con su entrega habitual. Invisible Pérez, la poca creatividad del Valencia la ponía De Paul. Mestalla enmudeció. Las cabalgadas de Martial desataban auténtico pánico. La pareja Vezo-Gayá pasó un calvario. El primero culminó una noche muy desafortunada regalando el tanto visitante y el segundo hizo el ridículo revolcándose en el suelo cuando no tocaba por un golpecito de un rival, como si llevara en el pecho el escudo de quien todos imaginamos. Pero los caminos de la Champions también son inescrutables y un centro más bien inocuo de Barragán acabó, rebote mediante, en gol de Parejo. El rival, plagado de imberbes con más bien pocos kilómetros, lo acusó y se deshizo como un azucarillo. Hasta tuvo que ver cómo Feghouli hacía el tercero introduciendo un buen disparo entre una nube de piernas por las que jamás en la historia había conseguido pasar un balón.

Vuelta impredecible

Hacer previsiones, visto lo visto, para la vuelta es como hacerlas sobre el siguiente fichaje de Mendes. Vayan ustedes a saber. El Valencia ha dejado de ser aquel muro infranqueable, tiene los mismos problemas de falta de calidad en su delantera „siendo los mismos, no estamos descubriendo la pólvora con esta sabia reflexión„ y, sin embargo, viaja a Mónaco con dos de ventaja en el bolsillo. El Mónaco perdió pero bien pudo haber tenido mejor suerte y aún se pregunta cómo el juez de área no vio un penalti a dos palmos de su nariz de un Gayá que estuvo a punto de romperle la pierna al rival. Eliminatoria abierta que, por desgracia, no vivirá su continuación también en Mestalla.