Primer objetivo de la temporada conseguido. Pasó el Valencia y no sin merecimientos. En el global de la confrontación fue mejor que el Mónaco. O, cuanto menos, no fue peor. Sobre todo anoche. Acaso contagiado por el entusiasmo que mostró su afición ante el regreso a una competición que separa el polvo de la paja, el equipo dio la cara. Tuvo, incluso, momentos brillantes, en los que ninguneó a un rival que se suponía debía llevar la iniciativa. Pero, como fútbol es fútbol, ganó en Mestalla cuando propuso poco para hacerlo y tuvo que coquetear con el desastre en Mónaco a pesar de su generosa propuesta. Pagó el carísimo precio que en Europa hay que costear por cada error defensivo. Algo a lo que el Mónaco no fue, precisamente, ajeno.

Negredo y fútbol

Firmó el Valencia una estupenda primera mitad. Salió del túnel a trapo tendido, como si estuviera obligado a remontar. Los locales, nerviosos, no veían el balón y a los cinco minutos su lateral le puso en bandeja a Negredo una pelota que el renacido nueve valencianista no desaprovechó. Puso al principado patas arriba con una vaselina para enmarcar. La continuación fue ahondar en los valores que estos mismos futbolistas cultivaron hace justo un año, en aquel fulgurante inicio de temporada. Se presionaba arriba, se robaba en zonas de peligro, se alejaba al rival del área propia, se tocaba al primer toque. Negredo la volvió a tener en un ataque fulgurante por la izquierda. La cosa funcionaba al son que marcaba el trío Fuego-Parejo-Pérez, cuyo despliegue volvió a demostrar que es en esa zona donde se cocinan los platos más demandados por el público. Fuego se desplegó en las ayudas en su efectivo papel habitual, ese que ninguno de los que han llegado es capaz de realizar. Parejo le puso una marcha más al juego que mostró en la ida y llevó la manija hasta que se le vino el físico abajo. En cuanto a Pérez, aún hay quien duda de si era él o alguien disfrazado de Pérez. Se adueñó de su parcela, oxigenó al equipo con cabalgadas propias del mejor extremo, trianguló con criterio, metió pierna y dejó detalles técnicos que nunca, hasta ayer mismo, había mostrado con la camiseta que ahora viste. Si va a ser flor de un día, eligió el mejor momento para regalarla. De continuar, no cabe duda de que se puede convertir en el refuerzo que parece que no va a traer Lim para no pasar este tipo de apuros. El buen juego quedó matizado con una mala defensa de una acción a balón parado. Ryan calculó mal la salida, la jugada se enredó y llegó el empate en una montonera propia del patio de un colegio. Se supo, sin embargo, encajar el golpe y del Mónaco bien poco se supo.

Paso atrás

Algo cambió en el descanso. Falta de confianza en las propias fuerzas, órdenes dibujadas en la pizarra, cosas del rival o un poco de todo, el Valencia dio unos cuantos pasos atrás y pasó a esperar al Mónaco arropado atrás. Defensa ordenada, en la que la incorporación de Barragán trajo la tranquilidad perdida. Cancelo no le alcanza ni a medio calcetín. Negredo seguía siendo un dolor de cabeza para la defensa local. Ganaba casi todos los balones aéreos, se fajaba, aguantaba el balón. Delantero Champions, esta vez sí. Y entonces se marchó Álvaro. El equipo retrocedió un primer escalón. Alcácer no coge una por arriba, rebota en el choque con cualquier defensa y no ostenta entre sus cualidades la capacidad de aguantar en plan isla para ayudar al despliegue de los suyos. El siguiente en marcharse fue Pérez. Y ahí el equipo sufrió una seria descomposición, agravada por el cansancio de algunos de sus hombres, notablemente de Parejo, que perdió la finura en el pase y el desborde. Una falta innecesaria de Piatti, que en modo alguno mejoró a Rodrigo, al borde del área preludió el segundo gol monegasco. Ryan volvió a estar impreciso, a dar pie a un nuevo barullo y a meter en la eliminatoria a quienes poco habían hecho por estar ahí. Los últimos veinte minutos nos dejaron a un Valencia roto, incapaz de dar una a derechas, superado en casi cada acción. Los chicos de Jardim multiplicaron estatura y velocidad y alguno en Valencia, ante el televisor, se puso a rezar lo que sabía. 96 minutos después, el árbitro dio fin a un suplicio que pareció del todo evitable.

Reforzados

Ha sido, con todo, una eliminatoria interesante, con un fútbol a menudo deslavazado pero casi siempre intenso, bastante superior en calidad a muchos de los partidos que nos esperan a partir de ahora en la fase final de la Champions League. El Valencia sale, sin duda, reforzado. Ha sido capaz de deshacerse del rival que nadie quería, una especie de espejo en el que, hay que esperar, no tengamos nunca que mirarnos. Lo ha hecho con un primer partido dubitativo, bastante propio de los inicios de toda temporada, y con un segundo en el que mejoró notablemente en cuanto a juego. Parece haber recuperado, además, a dos piezas importantes, como son Pérez y Negredo. Para empresas mayores parece necesario reforzar el eje de la zaga, donde Vezo da síntomas de querer y no poder, y desde luego supondría un gran paso adelante contar con un extremo tipo Cherishev. Y sobre todo resultará fundamental conseguir mantener el nivel que ayer mostró el equipo por momentos, por fortuna alejado de esa vulgaridad que estos últimos meses nos tenía atenazados.