Dijo Nuno en la presentación del partido ante el Español que su equipo había sido superior a todos cuantos rivales había enfrentado esta temporada. Intentaba, es de suponer, compartir con el mundo su perplejidad por el trato que le está dando la grada últimamente. Visto lo visto en Cornellá, ya no podrá decir ni eso. Ni siquiera él, que lo ve todo a través del cristal que se encontró un día paseando junto a Mendes por un asiático país de las maravillas, debió poder escapar al bochorno en que desembocó un partido que preparó mal, desarrolló peor y terminó muy cerca del ridículo.

Un tío valiente

Al preparador y director deportivo del Valencia hay que reconocerle arrojo. En medio de una tormenta en la que hasta el más recatado había levantado la mano para poner en solfa la política de fichajes del entramado sino-portugués que dirige el club, no tuvo Nuno otra ocurrencia que colocar de inicio a Bakkali, Danilo, Santos y Santi Mina. Con un par, señores. Si no les gusta lo que hacemos, vayan preparando árnica porque no estamos aquí de paso, pareció gritarle a los descontentos. Y lo curioso es que al principio le funcionó. Salió el equipo con tensión, llevando arriba el balón con rapidez a falta de gente de toque en el centro del campo. Bakkali creaba peligro cuando muchos pensábamos que buenos extremos y Valencia son dos enemigos irreconciliables. Lanzó duro primero y dejó solito ante el portero a Rodrigo después. Llevaban un cuarto de hora y Rodrigo falló lastimosamente. Ni un solo valencianista movió una ceja. Los fallos de Rodrigo ya no generan ni indignación. Su sorprendente aparición en el once para jugar de nueve no es, sin embargo, más que una lacerante sinécdoque de lo que le pasa a este Valencia. Si unos lo hacen mal, las alternativas lo hacen casi peor. Ni Alcácer ni Negredo han demostrado nada para merecer otra cosa que el banquillo. Y con el penoso remate de Rodrigo al cuerpo del portero local se terminó el partido para el Valencia y se le desmontó a Nuno su rotación universal. Dos minutos después, en un saque de esquina, Santi Mina hace lo que en las escuelas de fútbol infantil les explican a los niños de cinco años que no hay que hacer jamás al defender una acción a balón parado: peinar hacia atrás al borde del área chica. Lo hizo, poniendo la guinda a otra más que decepcionante actuación personal, y el Español se puso por delante. Jaume lanzó un grito de rabia, como espoleando a los suyos. Para nada.

La reacción de Nuno

El gol de los de Sergio, uno de esos equipos que va a sudar tinta para mantener la categoría, borró del mapa a los visitantes, que hicieron de futbolistas de talla mundial como Burgui, Gerard López o Hernán Pérez aspirantes al próximo Balón de Oro. Le bastó al Español con montar una rudimentaria -todo en el Español lo es, pero le sobró para arrollar al Valencia- presión adelantada para que nadie de los de blanco supiera cómo reaccionar. Fuego comenzó a hacer de Beckembauer con balones cruzados a cuarenta metros sin ningún sentido. Enzo se perdía en conducciones que no encontraban un solo socio. Danilo casi ni compareció. No harían mal quienes justifican determinadas inversiones en futbolistas de su edad en fijarse en uno de 19 años que jugó de blanquiazul y responde al nombre de Marco Asensio. Puedes tener veinte y jugar como Mina o tener todavía menos y hacerlo como Asensio, que suponemos no debe estar en la generosa cartera de Mendes. O no para el Valencia, en todo caso. De sus botas salió el mejor fútbol de la tarde. Y sí, como todos esperaban, Nuno volvió a reaccionar. Al hombre no le pagan lo suficiente porque no hay partido donde no tenga que estrujar el cerebro en busca de alternativas a su estrambótico planteamiento inicial. Al campo Piatti, Feghouli y Alcácer. Es decir, los que han puesto ciento cuarenta centros en cuatro partidos -Superdeporte dixit- y el que no ha conseguido rematar con eficiencia ni uno solo de ellos. Sólo podía pasar lo que sucedió: Jaume Doménech se convirtió una vez más en el salvador de sus compañeros, que pudieron salir seriamente vapuleados. Es verdad que no estaba Hulk -ni siquiera Sergio García o Scaloni, auténticas bestias negras en ejercicios precedentes-, pero había que poner buenas manos para detener lo que le llegó a Jaume. El Español pasó a controlar a placer, llegando a gustarse en combinaciones que ni los más viejos del lugar recordaban. Enfrente, un juguete roto, un galimatías táctico y un perfecto sinsentido.

Sin excusas

Así que ya tienen su derrota quienes decían que la cosa no estaba tan mal y su revolcón quienes aseguraban que el Valencia había sido superior a Rayo, Deportivo, Sporting y Betis -auténticas potencias mundiales, por cierto-. Y ahí está el Valencia, con seis puntos tras cinco partidos contra rivales más que asequibles, el tipo de equipos ante los que el año pasado cimentó Nuno el sorprendente prestigio que se ha labrado. Pronto se pondrá la cosa más seria cuando empiecen a comparecer conjuntos de mayor nivel. Y o mucho cambian las cosas o el castigo puede resultar de lo más doloroso. Sobre todo para la afición, que es la que lo sufre, pero también para quienes han generado esta absurda situación. En Singapur pueden no entender -literal y figuradamente- lo que dice la grada. Pero saben leer la clasificación.