Centró Bakkali como hacen los extremos de toda la vida y remató Mustafi con la perfección estética y la potencia de los grandes goles de la historia. Si en vez de un partido contra el Granada hubiera sido una final, el gol habría dado la vuelta al mundo. Bueno, y si fuera contra el Granada pero marcado por los Zipi y Zape de nuestra Liga (esos que copan el 99,9% de la información de la prensa nacional) también habría sido visto en las antípodas. Hay algo vintage en la propuesta estética de este Valencia CF (las paradas de dragón de Jaume, la electricidad de Bakkali hasta el desfonde, los caños y taconazos de Parejo, esté en el lugar del campo que esté, los centros al área desde las bandas a la heroica) que me recuerda al fútbol de los setenta y los ochenta, el de toda la vida. Y, sin embargo a mí, que soy un nostálgico del fútbol, eso no me tranquiliza nada. Más bien todo lo contrario.

Titulitis

Y no es porque no me guste ese fútbol. Es porque creo que no es el adecuado para ganar títulos. Yo lo que tengo es titulitis. Ansia de títulos. Se nos va la vida, tan callando, como las coplas de Jorge Manrique, pero aquí los títulos son más escasos que la lluvia en Egipto. La Liga es un desierto y tenemos sed, mucha sed. Por eso nos cabreamos antes de hora. El otro día un camarero en Madrid me discutía el carácter de nuestra afición. Le saqué las cuentas. Se han celebrado 84 ediciones del título de Liga y hemos ganado 6. Eso nos sale a una media de una Liga cada 14 años. La última fue en el 2004. Le expliqué que si no fuéramos tan exigentes, hace décadas que el club habría dejado de luchar por ganar títulos. Por ejemplo, la afición del Athletic Club hace tiempo que asumió que es imposible ganarla. Pero tiene ocho títulos, dos más que nosotros. Solo que el último fue en la 83/84. Casi nada. El camarero me invitó al café, claro.

Pomada

El tema no es ganarla. Con las diferencias presupuestarias, se antoja misión casi imposible. El tema es estar en la pomada. Hasta el final. No descolgarse. Porque un año de estos, a lo mejor Messi cae lesionado o Ronaldo se enfada con el mundo, o confluyen ambos factores, y cuando los dos grandes coinciden en un año de crisis, ahí asomamos la cabecita, como el Atleti hace dos temporadas. Por eso está tan cabreado el personal. Porque nos hemos descolgado de la lucha por el título a mitad de septiembre. Ni siquiera pedimos ganar. Pero exigimos competir. Dar por saco, dicho así, mal y pronto. Pero para ello hace falta una dosis de sofisticación de la que carecemos. El viernes el partido contra el Granada se ganó, pero también se habrá podido perder, o empatar. El portero juega, los postes también, por supuesto. Pero entregarse a la intangibilidad del azar en todos los partidos hace que suba la venta de tila en toda la ciudad.

Esoterismo

Llega el partido del Olympique de Lyon y estamos preocupados. Pero Nuno dice que «todo lo que hacemos obedece a un plan». Bueno, pues no sabemos cuál es. Y no agrada sentirse profano. Cuando escucho eso es como si hubiera un camino visible sólo para iniciados en el esoterismo, con símbolos ocultos, en el que todo cobra un sentido porque hay una misión y un fin, el cual nosotros no somos capaces de ver desde la perspectiva mundana de la grada. Yo en el fútbol sólo creo en las estadísticas. Y éstas dicen que tenemos el peor arranque goleador desde la temporada 59/60. Busco a ver quién nos entrenaba y encuentro a Otto Bumbel, un brasileño del que el personal acabó hasta la boina (que él calzaba, por cierto) entre otras cosas porque acabamos novenos. Duró esa temporada y se fue a dar la vuelta a España. En su estreno, eso sí, ganó al Madrid 2-1 en Mestalla. Luces de bohemia.

Silbidos

Tampoco es que tengamos razón siempre los aficionados. Por ejemplo, silbar a Rodrigo está feo. El chico no tiene la culpa de que nos lo vendieran como el próximo Balón de Oro. Ni de que le pongan de titular indiscutible cuando no está para esas. A la ansiedad que le causa la responsabilidad le añadimos tres cucharadas soperas con los silbidos. Y es peor el remedio que la enfermedad porque luego, cuando tiene que dar el pase de la muerte, decide hacerse el lío y chutar, a ver si mete de una maldita vez. La solución a todo esto, el plan B, es que jueguen los que realmente estén mejor en cada momento, sean del agente Mendes o del agente 007. No en función de la marca, sino en función de las necesidades del equipo y de cómo esté cada jugador en cada momento.

Pilas

Queda mucho por trabajar, hay que machacarse las células grises. No digo que haya que marcharse de Paterna a las tres y media de la mañana para volver a las ocho, como reconoce Benítez que hace en el club que entrena (aunque no me importaría). Pero parece que este verano sólo hayamos estado pendientes de pasar la Previa. Parece que se ha enfocado todo el trabajo a esa finalidad inmediata. El lío de la venta de Otamendi para que pudiera jugar esa eliminatoria lo demuestra. Y claro, el equipo se ha desinflado tras haber logrado el objetivo inmediato. No hay que tirar la toalla cuando acaba la preparación y empieza el combate. De lo contrario, habrá que esperar un año más. Otro. Y la nave va€