La frase del entonces Rey Juan Carlos al que era Presidente de Venezuela, Chávez, con ocasión de una cumbre iberoamericana, es ya más que famosa, ya que es usada frecuentemente para parar a quien se pasa en sus manifestaciones verbales y es un icono que quedará ya para siempre ligado al ahora llamado ´Rey emérito´.

Ese grito que no fue nada diplomático, ya que las relaciones internacionales entre Estados están basadas, desde siempre en un especie de minué, un baile de salón que parece que se realiza en una nube, sin tocar casi el suelo, para no ofender a nadie.

Pero, cuando lo que se dice sobrepasa lo aceptable, hay quien deja de lado las conveniencias y, sin poder reprimirse, suelta un exabrupto. Este, del nuestro otrora Rey Juan Carlos quedó en la retina y resuena aún en los oídos de todos los españoles, al reflejar un hastío por las palabras malsonantes, los ataques continuos y las interrupciones de Chávez. Está claro que el Rey debía, según leyes no escritas, aguantar y callar, pero no pudo y nos liberó a todos en unos segundos. Todos quisimos ser Juan Carlos...

Y es lo mismo que me ocurre ahora con el Presidente de la FIGC, la federación italiana de fútbol, el Señor, por decir alguna cosa, Carlo Tavecchio. Éste, que desde que fue elegido no ha parado de meter la pata, cuando nada más ser nombrado a la cabeza del fútbol transalpino, dijo que hacía falta más italianos reales en su fútbol porque de repente venía un tal ´Opti Poba´ y de ´comer plátanos llegaba directamente a ser titular en la Lazio...´.

Como vemos, su primer lance no tiene desperdicio. Fue sancionado con seis meses sin poder actuar como Presidente, lo que acababa de obtener€Pero, pasados unos meses desde su sanción, ha continuado Don Carlo con sus peroratas.

Lo último que ha dicho ya no es contra los negros, porque parece que se le había acabado la lengua en ese sentido y ha decidido hacer más amigos. Así, en una entrevista, que según él era privada y que un periodista del Corriere della Sera le había engañado para obtenerla, lo que es una necedad porque uno no habla si no quiere y menos con alguien de la prensa, dijo que a los homosexuales había que mantenerlos lejos de él.

Como vemos, la primera (o segunda ya) en la frente. Sin embargo, en la misma entrevista, y ya hablando de otra cosa, no se le ocurre sino comentar que ´no tiene nada contra los judíos´ y que es el primero en apoyarles, incluso comenta que de todos los que ha tenido bajo sus órdenes, los judíos son los que mejor trabajan pero que «hay que tenerlos vigilados»...

Uno no sabe si el Presidente de una federación debe pasar por un examen de algún tipo, pero parece que no. Tampoco lo hacen, por cierto, los políticos, y nos encontramos con cada espécimen que no da la talla o, si la da, es en sentido inverso a lo que todos quisiéramos que fuera alguien que nos va a representar.

Aquí, el fútbol italiano es representado por el tal Tavecchio, que cada vez que abre la boca, parece que van a salir estupideces. Lo de la lengua viperina, que se aplica a quién la utiliza con mucha mala leche, no parece que valga para el presidente Carlo, ya que tiene más visos de ser una lengua atontada que otra cosa.

Dicen que para querer ofender, se tiene que saber que se ofende y me da la impresión que aquí no hay más cera que la que arde y que el capo italiano no es más que lo que se ve: un simplón con ideas tan básicas que no merece hacérsele caso. Bastante tenemos con los que sí saben que dañan hablando.

Sin embargo, no creo que se deba dejar a los simples, por el mero hecho de serlo, sin castigo y si antes se le impusieron seis meses, aquí se debería, por reincidente, aumentar el listón y dejarlo sin cargo al menos un año. Ya que la UEFA y la FIFA nos están repitiendo lo del Fair Play y el racismo, no se entiende que un dirigente de tal calibre, en una de las federaciones más importantes del mundo, pueda seguir siendo quien es sin que nadie tome medidas.

No sé si ahora se le sancionará de nuevo pero, como decía, los altos organismos del fútbol que quieran proteger su buen nombre el fútbol, deberían hacer algo con el bocazas. De momento, releamos, con no puede ser menos con este caso, ´El idiota´, de Fiodor Dostoyevski.