Es increíble cómo, a pesar del paso de las décadas, incluso del cambio de siglo, de los cambios de titularidad del club, de los nuevos tiempos, de la mutación de un deporte en un espectáculo en el que, si te descuidas, lo de menos es la pelota, haya eslóganes que puedan ser aplicados a un equipo a pesar de tanta metamorfosis a lo largo de toda su vida. Y uno de ellos es ese: Hui qué farem?. Digno lema de un equipo revulsivo. Ha pasado toda la vida. Cuando peor estaba la cosa, cuando nadie daba un duro, cuando tú mismo en tu propia quiniela pones que va a perder tu equipo del alma en un intento de que la pasión no te ciegue la quimera de ganar unos milloncejos para tapar agujeros€va tu equipo y se clava el partido del año. 1-5 en Balaídos. Te hunde la quiniela pero te reconcilia con el fútbol.

Expectativas

Sí, amigos: somos el inesperado, el imprevisible, el sorprendente Valencia CF. Siempre ha sido así. En Singapur quizá estén sorprendidos. Hasta creo que el mismo Nuno puede estar un poco desubicado. Pero esa pregunta, hui qué farem?, ha formado parte siempre del runrún de la afición camino de Mestalla, con la flauta de tortilla de patata en una mano y la trompeta de cuerno en otra (ahora se llama vuvuzela pero toda la vida de dios se ha llamado trompeta). Y debo decir que pocos nos alegrábamos a priori de que esto pudiera pasar. Existía una sensación generalizada en el entorno de que lo mejor era perder para que el entrenador fuera decapitado y esto se enderezara. Me da la sensación -y sólo es una sensación, porque no he hecho una encuesta- de que se le ha chafado el plan a muchos, que ya se veían en quince días con otro entrenador y Negredo titular. Pero este club es más complejo que todo eso.

Desequilibrios

Suele pasar que cuando el equipo pequeño es el favorito la realidad de la maquinaria de un club fagocita las expectativas creadas en torno a una inseguridad. Nosotros lo vivimos en nuestras propias carnes en la final de París en el 2000 frente a los merengues, y el Getafe se llevó su dosis en la final de la Copa del rey que perdieron en 2008 contra nuestro equipo con el ínclito Koeman... ¿al mando de la nave? Y el Celta lo está haciendo este año genial, y está compitiendo por los objetivos que nos corresponderían a nosotros, y todo lo que ustedes quieran, pero... el Valencia es el Valencia. Y aunque pudiera ser impensable una victoria tan abultada, precisamente el hecho de que fuera el equipo pequeño el favorito da alas a la intangibilidad de lo impensable. Sobre todo cuando ese mismo grupo humano viene de hacer el ridículo en Champions. No conviene subestimar al murciélago. El entorno de un club tiene un peso específico que ni los propios protagonistas pueden calibrar.

Parejo

El partido transcurrió por los límites de lo insospechado, pero si hay algo que tuvo efecto decisivo en el marcador fueron los tempos. Que el Valencia CF abra la lata es esencial para poder ganar en el equipo del portugués. Nos resulta más fácil dirigir las maniobras con viento a favor, y no sabemos bregar cuando sufrimos un revés. El ´tiquitaca´ entre Parejo y Alcácer promovió la liberación de la presión. A partir de ahí, el Celta se vino arriba y empató con merecimiento, pero... en el último minuto de la primera parte Parejo demostró su calidad. Lástima que no sea así cada partido. Marcó una falta a la antigua usanza. Nada de poses con las piernas abiertas y los brazos como hélices. Nada de folha seca ni punterón. Una falta con parábola de las de toda la vida, como las que marcaba el insigne Roberto Baggio. De las que cada vez se ven menos, porque los balones permiten otras técnicas y los porteros colocan las barreras con cada vez mayor sabiduría. A Parejo se le silba a veces porque se le exige lo que sabemos que sabe hacer en cada partido.

Perspectivas

Nada más salir, Paquito estuvo astuto y excelso a la vez. Supo oler una cesión indebida de Jonny a Sergio y desequilibró al meta con una bicicleta de pedaleo más elegante que el que tenía Induráin. A partir de ahí, Parejo y Mustafi dieron dos brochazos y€¡voilà!, obra de arte completada. A partir de aquí, ¿qué hacemos? ¿Animar como si no hubiera pasado nada o recordarle a Nuno que sí pero no? Es complicada la reconciliación. Pocos queríamos que ganara el Valencia CF, porque la mayoría siente que a veces es mejor un mal menor a cambio de un ídem. Pero a mí la necesidad de ganar se me impone a los males menores. Hay que desear ganar siempre, y no suele salir bien cambiar el timón en medio de la travesía. Otra cosa es que haya que convivir el resto del año con lo que hay. O mejor, con lo que no hay. Y no hay amor. Porque apenas hay fútbol de verdad. Tardes como la del sábado desorientan para bien. Pero será inevitable que el próximo día en Mestalla la gente se pregunte... ¿Hui qué farem? Y lo peor: viene otro parón. ¡Argh! ¡Hasta el moño!

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