Al Levante UD la permanencia entre los grandes del fútbol español durante 6 años consecutivos le ha reportado muchos beneficios, directos e indirectos. En este tiempo, el club ha crecido, se ha profesionalizado, y ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos de la globalización de este deporte, cada vez más sustentado en un plan de negocio cuyo elemento central son los ingresos derivados de los derechos televisivos.

Las últimas temporadas, la entidad ha superado la barrera de los 18.000 abonados. Sobre el papel unos números excelentes, pero no hay que dejarse llevar por primeras impresiones. Lo cierto es que como nos indican los informes de la LFP, la asistencia media al Ciutat de València ronda los 14.000 espectadores. El reto, por tanto, ya no pasa únicamente por completar el aforo -52 por cien de ocupación en Orriols en lo que llevamos de campeonato- sino por determinar qué falla para que miles de aficionados con pase, se queden en su casa la mayoría de jornadas.

Que hay un número importante de abonos que sólo se emplean para los encuentros frente a los grandes resulta obvio. También lo es que la (acertada) política de precios que incentiva que los menores de 14 años se hagan abonados levantinistas debe de ser revisada y evaluada, para determinar en qué proporción los niños con pase gratuito pasan a ser adolescentes de pago. Por otra parte, parecería razonable realizar una mayor segmentación de precios y de zonas. No es lo mismo ver un partido en Grada Central Alta a la altura de la línea del medio campo, que donde está situado el banderín de córner.

Para el Levante esta no es una cuestión baladí. El riesgo de un descenso está siempre presente, y pese al colchón de seguridad existente de un año, en Segunda División al esfumarse la atención de las cámaras, los ingresos por ticketing se convierten en esenciales.

Hace pocas semanas coincidí con Javier Tebas en una reunión de trabajo en Vila-real organizada por Aficiones Unidas (la asociación que agrupa a las Federaciones de Peñas de España). Durante el coloquio, el Presidente de la Liga dividió a los «consumidores de fútbol» en 2 categorías. Tipo A: quienes acuden al estadio a vivir el espectáculo in situ. Tipo B: los telespectadores.

Parece evidente que hoy día las gradas han perdido todo el protagonismo frente a los televisores. La cuota de pantalla se impone como criterio, relegando a los estadios y a los hinchas como meros elementos decorativos. Un error mayúsculo. No debemos olvidar que para muchos ciudadanos del mundo, el fútbol de élite no es más que una ficción televisiva; en España se trata de realidad cultural popular a la que no deberíamos renunciar.