El Levante que no se los gastaba ni a tiros, el que de tanto apretar se hizo un palmador de fichajes, el del plín caja. Sí, ese Levante, el del todo por el superávit. Pues ya no existe. Ha tenido que verse en las últimas, farolillo y al borde del desahucio, pero por fin ha cambiado, que es lo que hacía falta desde muchísimo antes de que apareciera Sarver con su pócima crecepelos. No es que ahora derroche, regale negociaciones y le importen un pimiento los balances, ni significa que en un momento determinado de su vida estuviera mal aquello. No. Lo que ocurre es que en el club, sobre todo en la cabeza de los que lo manejan, se han dado cuenta del sinsentido de ser los más ricos del cementerio de Segunda. Por eso, agotando el margen del fair-play y aprovechándose de que se lo pueden permitir, han puesto toda la carne en el asador para que el salto de calidad anunciado en balde el pasado verano se convierta ahora en realidad. El actual mercado invernal está siendo escenario de un punto de inflexión histórico en Orriols, donde tras el fichaje récord de Mauricio Cuero se han lanzado a por Rossi y Atsu, mejor jugador de la Copa de África, por citar los dos nombres que por el momento han trascendido. Jugadores buenos y caros, pero necesarios en una plantilla que no está dando la talla y que, aunque suene paradójico, con los retoques pertinentes puede ser la mejor de todas las que ha tenido el club, sobre todo a medio plazo. Si hay que fichar, se ficha, pero fichar para nada es tontería.

Un buen arreón en el mercado, objetivo permanencia: sí o sí

Tras una época en la que eran los rivales quienes llegaban a la ventana de enero en disposición de pegar un arreón, ahora es el Levante, víctima de la desaparición de la clase media, quien disfruta de ese privilegio. Gastar no garantiza nada, pero la inversión en jugadores es indudable que aumenta y mucho las posibilidades.

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