Veamos el lado positivo. Hay acontecimientos en la vida, excepcionales, que uno tiene que vivir si le pilla la época adecuada. El asesinato de Kennedy, por ejemplo, o la caída del muro de Berlín. Todo el mundo recuerda qué estaba haciendo y con quién. Imagino que algo así sucedió con los ‘afortunados’ que vieron al Valencia palmar por 7-0 en Copa contra la Real en 1928, hace casi cien años. Y yo pertenezco a la generación del Karlsruhe del 93/94 y a la noche del 1-5 del Napoli del ‘Conejo’ Fonseca en el 92, en nuestra propia casa. Casi nada. De vez en cuando, hacemos una de estas. ¿Es grave? Claro. Pero más grave son los once partidos de Liga que llevamos sin ganar. Perder contra el Barça era previsible. Perder la dignidad, no tanto. Pero perder la categoría, en todos los sentidos, inadmisible.

Puñetazo

Lo bueno de caer contra el suelo y reventarte los morros es que, a partir de ahí, lo único que hay que hacer es levantarse. Bajo ningún concepto arrastrarse. Lo digo por si los jugadores ya están en modo offline, pensando en dónde se van a comer la mona de Pascua el año que viene. Porque suele pasar en estos casos que los jugadores tiren la toalla y sus representantes ya ronden el cielo en otros páramos. Esto es como en el cole. Si el profesor no está o es débil, los alumnos se lo meriendan. Pero aquí falta que baje a clase el delegado o el propio director a dar un puñetazo en el pupitre y dejar claro que como el barco se hunda, aquí se queda a sacar cubos hasta el cedido. Al final pasa en todos los grupos humanos. Si el jefe supremo de la tribu no se impone, el personal se desmelena. No hay más que mirar lo que está pasando en esta Comunitat en otros ámbitos. El desastre total.

Baja el Director

Porque jugar al fútbol es una cosa, pero jugar en uno de los clubs con más solera, historia y títulos de una de las tres ligas más importantes del mundo requiere responsabilidad. Así que convendría saber que el delegado de la clase (García Pitarch) tiene los galones de mando para entrar a vociferar cuatro verdades que él, como jugador, conoce perfectamente. Sin que ello suponga restar mando al entrenador. De hecho, si alguien resta mando al recién licenciado Neville es su propia plantilla, que le está arruinando el prestigio. También sería más que conveniente que el señor Lim dejara lo que tiene entre manos en la parte del mundo que sea y se sentara cara a cara con los jugadores, ellos en sus pupitres y él en la palestra. Y les dijera que este colegio no es el Bronx.

Pelele

Lo grave viene ahora. Jornadas de barro y fango para un equipo diseñado para competir en la élite, pero no para arañar puntos de sutura. Sus rivales no son los de Champions. Sus rivales son equipos preparados para pelear y sangrar a cara de perro. Y para eso hay que tener lo que en España se llama cojones. Además de calidad, claro. Pero si los grandes te ganan por calidad y los pequeños por cojones, eres el pelele de la clase. Ojo a esto, que parecía broma pero no lo es. Si miramos los números del año fatídico del descenso encontramos trece jornadas seguidas sin ganar. Llevamos once. No se ganó desde el 22 de diciembre del 85 hasta el 30 de marzo del 86. El último triunfo antes de ese purgatorio fue el 22 de diciembre, un 2-3 en Cádiz, como me recuerda nuestro Mr. Chip local, mi amigo Sergio Comas. Y para más inri, fue rival directo y verdugo a la postre.

Oratoria

Lo que está claro es que Gary Neville no se ha ganado el respeto de su vestuario, o por lo menos sus ideas no llegan. Fue un alto riesgo poner a un entrenador novel inglés. Sabido es que a cualquier entrenador de las islas le cuesta un periodo de adaptación más que razonable adaptarse a nuestro fútbol y a nuestra cultura. Pero si además no tienes la suficiente experiencia, la montaña es más mágica que la de Thomas Mann. Angulo, el ayudante de Gary, es un gran futbolista que, sin duda, sabe muchísimo de fútbol, pero que todavía no sé si tiene el suficiente don de palabra para convencer a los jugadores de lo que deben hacer. Una cosa es que se les entienda. Otra, que se crea a muerte. Sería apasionante que el intérprete de Neville en las ruedas de prensa fuera el que les habla en el vestuario. Sin duda, pondría la suficiente emoción en el mensaje para que las ideas se incrustaran en sus cerebelos.

Mestalla a reventar

En el Nou Camp, el inglés vivió sus mejores recuerdos como futbolista (la épica Champions del 99 contra el Bayern) y los peores como entrenador. No sólo estuvo él desacertado en el planteamiento y en los cambios, sino que los futbolistas fueron sparrings que miraban embelesados las acciones de los blaugranas. Falta músculo, falta testosterona y falta fútbol. Nadie muerde. Enzo Pérez es irregular en juego y en estado físico, Javi Fuego no se sabe dónde anda. En el quinto gol, Parejo pretendió hacerle un caño en el área…¡a Messi! ¿A qué estamos jugando? Pero es momento de trazar una línea. ¡Hasta aquí! Hoy, BETIS. Sin mirar atrás. Cada partido, UNA FINAL. Y de ahora en adelante, MESTALLA A REVENTAR. ¿Tentación de castigarlos y no asistir? ¡Mucha! Pero ya hablaremos al final de temporada. Esto no lo sacan ellos solos. ¿No lo veis? Esto lo saca MESTALLA.