De entre los aficionados que antes del partido le cantan al Valencia «poco a poco, me enamoré de ti» y «cuando juegues siempre estaré a tu lado», mis ojos se claven en unos niños. Uno salta como temeroso y emocionado al mismo tiempo, como si fuera la primera vez que experimenta algo similar. Mira alrededor alucinado y levanta los brazos tímidamente. Lo imagino con miedo en medio del tumulto pero con ganas de dejarse llevar, es más, hasta diría que es la primera vez que se deja llevar y olvida la vergüenza. A su lado hay un adulto que parece su padre y no deja de mirarle. Canta junto a él. El niño no lo sabe, pero el Valencia le acaba de atrapar. Los otros dos son algo mayores, niños también, pero la edad ya les permite olvidarse de la vergüenza y saltar al compás del resto de aficionados, y levantan los brazos de alegría y emoción mientras se escucha en la Avenida de Suecia de manera atronadora aquello de «somos la curva del Valencia, que nunca te abandona?». Antes del partido no he podido evitar ver el vídeo una y otra vez, y vuelvo a mirar al niño, detrás de él hay una senyera con el escudo del Valencia, y él salta y salta. Y cada vez que lo pongo tengo la sensación de que el pequeñajo disfruta un poco más y no dejo de darle al ´play´ del móvil... ¡bendita wifi! La última vez que le doy al ´play´ de la pantalla pienso que a este niño no le podemos fallar... pero empieza la primera parte y termina por ser lamentable. Tanto, que me asusto al pensar que eso es todo lo que los jugadores del Valencia, entrenados por Neville, pueden hacer. En el descanso vuelvo a poner al niño y me encomiendo a la épica porque no tengo más argumentos para creer en la victoria. No queda otra que seguir animando... En la segunda parte sufro como no recuerdo haber sufrido en un partido de fútbol, tengo un nudo en la garganta que me devuelve a mi niñez, cuando escuchaba el Valencia por la radio y no ganaba nunca, como cuando llegaba a casa de mi abuelo el domingo por la tarde y preguntaba ´iaio, cóm ha quedat el Valencia?´. Lo he dicho alguna vez, pero ahora me doy cuenta de que mi abuelo estaba pendiente toda la tarde de la radio solo para decirle a su nieto si el Valencia había ganado o no. Mientras escribo esto Ricardo Arias dice en la radio que «el partido había que ganarlo y lo hemos ganado. Y lo demás me importa un bledo». Pues eso, que «el mundo entero me da igual».

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