Dieciocho de febrero. Nueve y cuarenta minutos de la noche. Valencia 5 - Rapid de Viena 0. Miro el reloj, me froto los ojos€ y no me lo creo. Diez minutos después el árbitro señala el final de la primera parte y la UEFA felicita, a través de las redes sociales, al Valencia CF por ser el primer equipo que anota cinco goles en una primera parte de la competición reformulada desde 2009 como Europa League. Todo un subidón de alegría e ilusión que, seamos sinceros, nadie esperaba. El Valencia tiene los dos pies en los octavos de final de una Liga Europa, plagada de excelentes equipos de fútbol, que recompensará a su campeón con un lugar en la Champions del año que viene. Pese a lo bonito de la noche, un servidor prefiere no excederse en triunfalismo o, como se dice popularmente, no lanzar las campanas al vuelo soñando con una final europea o con la musiquita de la Champions sin los argumentos suficientes. Por ahora, la final que aguarda al Valencia de Gary Neville y Pako Ayestarán tendrá lugar el domingo en el Nuevo Los Cármenes de Granada. Lo mejor que podría pasarle a este Valencia es que continúe ganando en la Liga, donde pronto el calendario se le volverá hostil. No hay duda de que la tranquilidad en la clasificación liguera repercutiría, positivamente, en la moral con la que seguir abordando la aventura europea.

La goleada al Rapid vienés debe entenderse como un regalo. Un regalo de los jugadores, en el día de sus cumpleaños, al entrenador al que tanto han hecho sufrir desde que Peter Lim decidió entregarle los mandos del equipo. Pero, sobre todo, un tributo en señal de agradecimiento a la afición del Valencia, a todos los valencianistas que el pasado sábado se dejaron el alma -o la garganta- para empujar a los suyos cuando peor pintaba el panorama y convertir Mestalla en un infierno para el Espanyol. Por fin, a mediados de febrero, los seguidores del Valencia disfrutan con unos futbolistas a los que estaban esperando desde que en agosto empezó la temporada. Por fin, una noche de alegría por Mestalla, que parecía más una sala de fiestas precintada que lo que es, el feudo de un grande de España y Europa.

Santi Mina, hombre del partido

Para que un equipo vacile a otro con un 6-0 todos sus jugadores deben hacer del engranaje colectivo una máquina perfecta. Así fue ayer, aunque Santi Mina brilló por encima de los demás. Fue el hombre del partido. Al artista se le juzga por sus obras. Al actor por sus películas, al escritor por sus libros y al delantero por sus goles y asistencias. Rendimiento. Al público le da igual el nombre del representante, también la edad, lo que le importa es que el jugador demuestre que está preparado para llevar la camiseta del Valencia. Y Mina empezó a hacerlo. Nunca le falta esfuerzo y eso, siempre, tiene premio.

Más artículos de opinión de Pascual Calabuig, aquí.