Si tuviera que quedarme con solo un partido de todos los que jugó el Valencia en el último año, sin duda elegiría el día en que Mestalla derrotó por 3-1 al campeón de la Liga, que era el Atlético de Madrid. Esos tres goles que había marcado ya el Valencia en el minuto 13 de partido desataron el éxtasis total y lo dicen todo de aquel equipo. Hambre, intensidad, confianza, ilusión? Todo resultado de un auténtico chorro de energía que venía desde arriba y el equipo que dirigía Nuno se encargaba de traducir en el terreno de juego para satisfacción de los aficionados, que después de muchos años volvían a ver en su equipo ese plus que permite disputar los títulos a esos clubes que tienen mucho más dinero y estrellas.

Entre ese 4 de octubre de 2014, con la venta a Peter Lim a punto de firmarse, y el 4 de enero, cuando el Real Madrid hincó la rodilla también en Mestalla, se vivieron posiblemente los tres meses más felices de la última década. Es curioso que esa misma noche en Valencia, después de una cena en la que estuvieron Nuno, Jorge Mendes y el propio Lim, todo empezó a cambiar. Se lo que fuera lo que hablaron, desde ese día el portugués -Nuno- empezó a sacar la patita, a hacer la vida imposible a los que trabajaban con él y hasta a anunciar en una de sus ruedas de prensa que había llegado el momento de cambiar la estructura del club. ¿Qué queda hoy de ese fenómeno que volvió a poner al Valencia CF en primera línea de Fuego? Hay lo que hay querido ellos que haya, por este orden Nuno, Mendes y Lim.

Dice Neville que en abril se tratará su renovación. Señor Lim, vale de experimentos, es hora de poner criterio y acertar como en su día el Atlético con Simeone. Entienda que hay gente como García Pitarch que sabe hacer un equipo competitivo, y entienda que el entrenador es la clave del proyecto, el que hace buenos -y rentables- los fichajes, el que hace que el equipo conecte o no con la afición. Los aficionados no son sus enemigos.

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