Cuando el Valencia se tiro doce jornadas sin ganar, le regaló prácticamente media vuelta al resto de sus perseguidores. De hecho supone tirar casi un tercio de la liga por la borda. Cuando llegaron las dos primeras victorias de la era Neville, servidor habló de la ´cronoescalada´. Como uno ya tiene una edad le venía a la mente uno de los mayores mitos del deporte español: Miguel Induráin. Casco futurista, amplias gafas de sol y a bordo de la Espada (así se llamaba la bici que le construyeron para batir el récord de la hora). En mi mente se aparecía el Miguelón de con el maillot del Banesto. Curiosamente con los colores rojo, amarillo y azul (los mismo que la camiseta de la senyera). Y todo ello era para explicar que lo que tenía el Valencia por delante era una lucha contra el reloj para intentar escalar puestos en la clasificación.

El partido contra el Athletic Club de Bilbao fue el primero ante un rival de entidad. Al final el mal gusto del derrumbre express de la segunda parte anula el valor de lo realizado en los primeros setenta minutos. La teoría de la cucaracha en el postre que he explicado más de una vez (ya saben, si comen en un buen restaurante y les sacan un primer y un segundo plato espectaculares, pero encuentran una cucaracha en el postre, se irá a casa con mal recuerdo del sitio por buenos que hayan sido los dos primeros platos).

Recuperado el crédito numérico de los puntos ante el Málaga, el Valencia tiene hoy su segunda y última oportunidad para apuntalar sensaciones. Lo de las sensaciones va porque en estos últimos seis partidos los guarismos han ido muy por encima de las impresiones que ha mostrado el grupo.

No creo en la suerte en el fútbol de una manera continuada. Sí en un lance o en un partido en concreto. Pero igual que doce partidos sin ganar no fueron una casualidad, cinco victorias en los últimos seis encuentros tampoco son fruto de la fortuna.

Así que los números se acercan a lo que debería ser el Valencia, pero la sensación es que la lenta mejoría que exhibe el equipo en algunos aspectos del juego no es aún lo suficientemente consistente como para plantar cara a los grandes, caso del Atlético de Madrid.

Y por encima del tema de las sensaciones, el otro problema es que la cronoescalada ya está en marcha. Casi sin darnos cuenta ya estamos en Fallas. O sea, en marzo. Es decir que sin darnos cuenta, estamos en la jornada 28 de la Liga y pasado este compromiso en Mestalla sólo nos quedarán diez para acabar.

No sé si hoy el Valencia arrancará de manera definitiva, puede que no haya mejor momento por el rival que tiene enfrente. Lo que si sé es que el implacable calendario dificulta la carrera contra el reloj valencianista. A ver si aún se llega a tiempo.

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