Escuchar a Unai Emery quejarse del árbitro siendo él entrenador del Sevilla me ha producido una sensación extraña, por no decir algo peor que no quiero porque ahora saboreamos el triunfo y la tranquilidad después de tanto sufrir y tanto despropósito y no sé si toca, quiero decir, que hoy lunes no estoy tan enfadado por lo que me ahorro algún que otro calificativo. Y no es que quiera defender a Llorente, pero por más que cada uno tenga una opinión sobre los méritos que ha de hacer alguien para tener una insignia de oro y brillantes del Valencia, es difícil imaginar que desde que se la dieron el hombre -quiero decir Emery- metería tantas veces la pata. Y claro que entiendo su enfado por perder, pero paralelamente al enfado, debe saber que la insignia es una cuestión casi de estado, y por lo menos intentar disimular. Pero más allá de la insignia, escuchar a Emery quejarse de los árbitros cuando el Valencia le da un repaso al Sevilla en la primera parte y solo la suerte hizo que el partido no terminara resuelto en esos 45 minutos, es de traca. Tan de traca, que hasta algunos aficionados sevillistas se lo echaron en cara. Y escuchar a Emery quejarse de los árbitros cuando él ganó una Europa League gracias a que un árbitro benefició claramente al Sevilla al concederle un gol que era fuera de juego por dos o tres metros, es poco menos que un insulto a la inteligencia de los valencianistas. Como técnico ha mejorado bastante y le felicito porque es un currante nato, y es indudable que el Sevilla como club tiene que servirle al Valencia de ejemplo en muchas cosas, -sobre todo en lo que se refiere a que las decisiones deportivas importantes las tome un profesional del fútbol, me refiero a Monchi, y no el presidente o dueño del club-, pero eso no evita que podamos decirle al señor entrenador del Sevilla aquello de "¿por qué no te callas?".

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