Al final es un balón suelto, un toque leve de Negredo como tantas veces había fallado antes, un gol casi furtivo lo que cierra el círculo y acaba por dar sentido a todo. A la vida misma, a siete días de lucha contra nuestros propios fantasmas. Que son de verdad, nos lo recordó Kevin Gameiro y hubo aficionados que en esos cinco minutos de profunda decepción se echaron a llorar. Porque eso no podía estar pasando otra vez. Ayer no. Quizá todo lo que se ha movido alrededor del equipo durante los últimos días sea a la larga mucho más importante que los propios puntos. Aunque tampoco sobran. No era tarea fácil transformar tanta decepción, enfado e indignación en entusiasmo, todos habían cumplido su parte del pacto, pero nada era lo mismo sin esta victoria. Más allá de lo que significa empezar a ver muy lejos la línea roja, todo eso había que liberarlo de alguna manera, la gente no se podía marchar a casa acompañado otra vez de la tristeza y la resignación. Ha tenido que irse Gary Neville para que la tostada, por fin, caiga del otro lado.

Sin miedos

No es este Valencia mejor equipo que el Sevilla, como tampoco es peor que muchos de los que se han llevado los puntos semana tras semana. Mestalla le quitó los miedos y las dudas al equipo, le dio confianza para adelantar líneas, robar balones, acorralar al rival en su área. Es curioso que Nuno, el artista que planificó la temporada, había hecho del psicólogo su asistente más directo y mano derecha. Y la fortaleza mental de este equipo, por no hablar de la física, es la que es. Llegar al descanso sin transformar todo ese esfuerzo en un gol como el de Parejo habría sido fatal, pero hay que volver a Negredo, a su gol y a sus gritos de ánimo a sus compañeros instantes después del mazazo del Sevilla. En solo cinco minutos el Negredo que tanto ha echado de menos el Valencia en dos años.

Por bandera

Aunque sí hubo algunos aficionados que se marcharon a casa con la decepción por bandera. Antes de las dos de la tarde estaban en Mestalla para recibir al equipo, buscando manos para llevar la senyera gigante de la Peña Valencianista Benetússer, pero no encontraron manos sino incomprensión. Ellos sienten el Valencia CF y no merecían este desprecio. ¿De verdad pasear esa bandera atenta contra la seguridad? Estamos locos.

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