Transcurridos 9 días desde que se consumara el descenso del Levante en La Rosaleda, los primeros movimientos para afrontar la próxima temporada en Segunda División han comenzado. Se abre así un nuevo escenario, tanto en la parcela económica, como en la deportiva.

Difícil equilibrio

Los ingresos de la entidad se verán mermados, aunque la caída quedará paliada gracias -en gran medida- al seguro que otorga la Liga a los conjuntos que pierden la categoría. El consejo tiene la difícil tarea de encontrar el equilibrio entre la obligación de armar una escuadra potente que compita por el ascenso, y el mantenimiento de una política presupuestaria prudente, que permita al club cumplir con sus obligaciones, se consiga el objetivo deportivo a final de curso o no.

Parcela deportiva

La ya anunciada salida de Manolo Salvador obliga a una renovación en profundidad en la parcela deportiva, cuya extensión está por determinar. En primer lugar, se deberá de nombrar un nuevo director deportivo con varias decisiones trascendentes sobre la mesa; la elección del nuevo entrenador, la planificación de la plantilla, y la toma de decisiones para cerrar el conflicto abierto en el seno de la cantera.

Ausencia de crítica

Así pues, los máximos dirigentes del equipo han dado por cerrada la presente temporada, volcando desde ya, todos sus esfuerzos en planificar la próxima. Sin embargo, los aficionados continuamos echando en falta un balance crítico de la temporada por parte de la directiva. Avivar las llamas denunciando las actuaciones arbitrales puede resultar una estrategia eficaz a corto plazo, ya que el propósito de toda cortina de humo es desviar la atención sobre los problemas de fondo, pero a largo plazo supone que estos se acumulen y terminen por explotar.

Otra vez en evidencia

En este sentido, la actuación de la Fundación como órgano fiscalizador y de control de la gestión ha quedado de nuevo en evidencia. Que la rendición de cuentas de una temporada desastrosa en el apartado deportivo -y por ende, económico- se limite a una reunión de un órgano reducido, como la Comisión Ejecutiva, denota la importancia que los responsables de la misma otorgan al Patronato: ninguna más allá de los temas que por obligación legal le competen.

Modelo democrático

Mientras la Fundación sea un órgano provisional y con un presidente dimisionario a la cabeza, no tendrá la fortaleza e independencia necesaria para ejercer plenamente su función como máxima accionista. La reforma de sus estatutos -pendiente del visto bueno del Protectorado- debe ser el primer paso para avanzar hacia un modelo más representativo y democrático.

Elemento de unión

La sensación tras el descenso es que aquí no ha pasado nada, y que lo mejor es pasar página cuanto antes. Sin autocrítica, nos haremos más débiles, y las fisuras en el levantinismo persistirán, y se incrementarán. Sin un órgano de control con autonomía plena, y cauces democráticos para que los granotas de base tengamos poder de decisión, la falsa equivalencia entre gestión y propiedad se perpetuará. Es hora de que la Fundación deje de ser parte del problema, y pase a ejercer sus funciones, de forma activa, y de este modo, sea de verdad un elemento de unión de todo el levantinismo.

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